Cine y filosofía: belleza y ascensión platónica en The Neon Demon
Quede claro, en primer lugar, que lo que aquí se pretende no es hablar de películas que refieran de manera directa a un autor o corriente filosófica concreta. Más bien, de lo que se trata es de atender a ciertas categorías, estéticas o no, que se desprenden de ciertas obras para después conectarlas, sin forzar los términos, con ciertas tendencias del pensamiento, creando así un discurso que aúne filosofía y cine, una responsabilidad tan grande como necesaria. Este mes, y por tres motivos diferentes, la reflexión acerca del concepto de belleza ha tenido un fuerte impacto en los medios y en la vida común urbanita. En primer lugar, la Navidad ha traído consigo la decoración habitual de las plazas de las grandes ciudades, convirtiendo estos lugares en centros gravitacionales de belleza. Es decir, el rostro de gran parte de la gente que a ellos acude intentará sacar lo mejor de sí para realizar la foto protocolaria. En segundo lugar, se ha celebrado recientemente el desfile de Victoria’s Secret, dando lugar a las consecuentes divagaciones y estudios sobre el fenómeno y la figura de la modelo. En tercer y último lugar, el pasado 25 de noviembre ha sido estrenada en las salas españolas The neon demon, la última película de Nicholas Winding Refn que, como es sabido, aborda el tema de la belleza desde su peculiar punto de vista. Es este cúmulo de eventos el que me ha llevado a tratar en este artículo la relación entre esta cinta y la teoría platónica.
The neon demon ha supuesto un golpe tremendo en el cine que se viene haciendo. Ya llegaron desde Cannes, allá por mayo, ecos a nuestros medios según los cuales tras el pase de la película el público reaccionó visceralmente ante las imágenes y sonidos que acababa de presenciar. Pero ha sido tras su estreno cuando el debate sobre el filme ha separado, de manera más notable y extensa, la opinión de los especialistas en dos: aquellos que la atacan despiadadamente, por un lado; aquellos que la defienden a capa y espada, por el otro. Este fuerte intercambio de opiniones acerca de The neon demon, más allá de entrar en juicios sobre ella, nos lleva a una única conclusión: la última obra del director danés ha resultado ser una pieza importante para la historia del cine reciente. Cuando una cinta resulta tan polémica que causa un escándalo de tales dimensiones, no queda más que pensar que la onda sísmica que produce es causa de un objeto muy pesado que impacta en nuestro terreno de confort. Este choque producido por The neon demon es síntoma de cambio y, claro está, siempre que tiene lugar un salto significativo en la historia, nos encontraremos con aquellos que acepten la variación y se adapten a ella, así como aquellos que la nieguen y prefieran quedarse en el momento previo a la mutación, quizá por miedo. El caso es que el objeto transgresor favorece un dinamismo necesario e incita al análisis, algo que la dota de un valor incuestionable más allá de que guste o no guste.
Entrando en materia, este último trabajo de Winding Refn nos sitúa ante el momento vital de una joven que acaba de llegar a Los Ángeles para introducirse en el mundo de la moda. La competencia brutal que tiene cabida en este ámbito será tomada por el director como base para tratar la noción de belleza mediante la imagen y el sonido. No está claro del todo que Refn pretenda reflexionar sobre esta categoría estética (más allá de algún diálogo en el que se trate el tema), sino que más bien parece que el realizador de Drive está proponiendo una sucesión de imágenes tremendamente artificiosas para que, mediante el impacto sensorial que producen, el público piense el término y su relación con nuestros días por su propia cuenta. En este sentido, y procediendo a ello, puede decirse que la serie de elementos que Refn nos sitúa enfrente, ordenados de cierta manera, pueden tener cierta relación con ciertas nociones de la teoría platónica.
En lo que sigue será tratado el tema de la ascensión del alma una vez que abandona el cuerpo. Ahora bien, es preciso mencionar dos elementos importantes que refuerzan la interpretación. Por un lado, el filósofo griego afirma que belleza, bien y verdad permanecen unidos de manera inseparable. Es decir, que todo aquello bello ha de ser bueno y verdadero. Esta tríada conceptual se corresponde con los elementos que componen el físico y el carácter de Jesse. La protagonista es una mujer bella, pero no posee una belleza entendida como cualidad sensible, sino que, como se le dice en varias ocasiones, posee una belleza diferente, más elevada, ciertamente inteligible. También es buena, es decir, es retratada como una persona ingenua, de buenos modales, educada, o virtuosa. En otras palabras, es buena por naturaleza, salvo cuando ciertos comportamientos la corrompen temporalmente. Y, por último, es verdadera. Es decir, la joven modelo, y como se desprende de la charla del bar en la que se la eleva a lo intangible, es auténtica, estando despojada de artificio alguno (no es la mujer biónica, para que nos entendamos, no está operada). En esa misma escena no encuentran prácticamente palabras para describirla, porque es precisamente ese carácter de verdad inefable el que la define. Por otro lado, encontramos en el filme un elemento que nos será útil para comprender el final del texto. Este no es otro que la tetraktys pitagórica, que influyó notablemente a Platón. La tetraktys es símbolo constituido por una forma geométrica compuesta por diez puntos que dan lugar a un triángulo equilátero compuesto por nueve triángulos (ver ilustración 1). Esta figura representa el número perfecto: el 10. Si se atiende a la imagen, podemos ver que la suma de los primeros cuatro números primos da lugar al número 10 (desde los cuatro puntos que conforman la base hasta el que da lugar al vértice superior). Este símbolo, utilizado por los pitagóricos, es utilizado por Refn, pero curiosamente representado de manera incompleta (ver ilustración 2). Una vez atendidos estos dos factores pasemos a desarrollar el tema en cuanto tal.
A muy grandes rasgos, y con el peligro que conlleva la falta de rigor impuesta por la extensión limitada del texto, el mito de la caverna de Platón nos coloca ante la historia de unos presos que se encuentran encadenados en una cueva, y cuya mirada se encuentra dirigida hacia una pared sobre la cual son proyectadas sombras producidas por el reflejo de una serie de objetos que hombres libres pasan por detrás de ellos. La ausencia de libertad de movimiento de los presos les lleva a que no puedan percibir más allá de estas sombras y los sonidos de su entorno. Uno de los prisioneros se escapa y comienza un proceso de ascensión que le lleva de la caverna en la que ha habitado toda su vida hacia el exterior. Poco a poco, la oscuridad de las profundidades dará paso de manera gradual a la luz del Sol. Una vez que este nuevo hombre libre conozca que no todo eran las sombras, sino que hay algo más, se dirigirá de nuevo al lugar en el que se encuentran sus compañeros de presidio para transmitirles toda esa información que ha adquirido, incitándoles a subir a la superficie junto a él. Los prisioneros, tomándole por loco y estando cómodos en su posición (ya están habituados a ella), le atacarán violentamente tras su insistencia. Esta narración que nos presenta Platón en su República no es otra cosa que una metáfora sobre el proceso mediante el cual el hombre deja atrás los sentidos y el cuerpo (la cárcel del alma) para ascender a la Idea Suprema de Bien (identificada con el Sol).
Este mito del filósofo de Atenas tiene ciertas conexiones con el desarrollo de la película en cuestión. Si atendemos a una de las primeras escenas de la película, Jesse, tras llegar a la gran ciudad, se encuentra en un baño oscuro y lúgubre con aquellas que a partir de ese momento serán sus compañeras. En esta secuencia, las mujeres, tomando como sustento un pintalabios, tan solo hablan del cuerpo en relación a sus instintos más poderosos: la comida y el sexo. Jesse, en la secuencia del baño, está en la cárcel platónica con sus compañeras de presidio. Será en la secuencia siguiente donde Refn de indicios de lo que nos está proponiendo. Tras salir del baño, las cuatro mujeres se dirigen a contemplar una performance que está teniendo lugar en la discoteca en la que se encuentran. El ambiente es oscuro, tan solo hay ciertos destellos de neón y un sonido martirizante (antes de que comience a sonar el tema The neon dance) que bien puede ser el equivalente del ruido que hipotéticamente podría emitir el paso de los objetos tras los presos de la caverna original de Platón. Es en este justo momento en el que tienen lugar dos ascensiones simultáneas. En primer lugar, y de manera evidente, un individuo misterioso en el centro de la sala se eleva por encima del resto de figuras. En segundo lugar, Jesse, en contraste con el estatismo de sus compañeras, es dirigida hacia la derecha de la pantalla, mirando ensimismada hacia arriba, hasta salir del plano. Jesse está saliendo de la cueva.
Yendo un paso más allá, llegará un momento en el que la protagonista sea elegida para cerrar un evento de prestigio. El recorrido lineal de la pasarela no será retratado atendiendo a la percepción que Jesse podría tener de los espectadores en su aspecto material, sino que Refn sitúa a la modelo, durante ese trance, en un mundo habitado por formas geométricas. Recordemos que, según la línea que establece Platón para indicar la ascensión hacia la Idea de Bien, y de la que venimos hablando, uno de los planos intermedios (superior al del mundo físico-sombras), es el de los objetos matemáticos. La presencia de las formas triangulares (tetraktys pitagórica incompleta) de ese plano en el que se encuentra Jesse pueden ser, por lo tanto, entendidas como un símbolo de su ascensión.
Este camino llegará a su clímax llegando al final de la cinta. Una vez que la joven se ha aislado prácticamente por completo de la influencia de las compañeras (no hablar de detalles físicos o huir de la tentación sexual son elementos que lo justifican), es decir, llegado ese momento en el que, siguiendo la metáfora de Platón, la tendencia de su alma ha seguido su camino separándose del cuerpo, Jesse habrá de enfrentarse a las todavía presas. En la secuencia de la piscina, en la que la protagonista es mostrada en su forma ya elevada mediante un plano contrapicado y situada en el exterior, mientras que las demás son mostradas en su aspecto mediocre con un plano picado permaneciendo en el interior de la piscina (la cueva), estas últimas atacarán a la figura elevada, comiéndosela en un acto de canibalismo sutilmente representado. ¿Qué significa este canibalismo? Que el cuerpo termina por atrapar el alma, una vez que el primero se da cuenta de que la segunda ha tomado su propio camino. El alma, tentada todavía a seguir su propio camino en toda su grandeza, y siendo superior al cuerpo, terminará por buscar cualquier vía de escape para retomar su camino de ascensión. Es este, quizá, el motivo por el que Refn termina la película mostrando como una de las antropófagas presidiarias vomita desde su cuerpo corruptible a Jesse. “No puedo seguir teniéndola dentro”, dirá una de las mujeres que devoró a la protagonista, cerrando así la película.
Quizá el director de Copenhague no pensara en esta interpretación en ningún momento al realizar el filme. Es posible que tan solo buscara movilizar la mente del espectador mediante la pura imagen y la explosión de sonidos. Ahora bien, es cierto que la complejidad de esta obra portentosa se escapa de las manos de su propio creador, dando lugar a diversas divagaciones que surgen con cada apreciación subjetiva. Si bien Winding Refn se completaba así mismo mediante la realización The neon demon, explorando hasta niveles insospechados su peculiar sensibilidad, es una vez que esta producción fue parida y comenzó a separarse de él cuando Refn empezó a ser destruido desde fuera, y es posible que esto le lleve a su propia autodestrucción también (en cuento al estilo se refiere). ¿Terminará la inquisitiva crítica por fagocitar el alma elevada de Refn para después escupirla de nuevo al mundo de las sombras del que los medios parecen no salir nunca?
Pablo Castellano