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Qué hace Krazy Kat en Pulp Fiction

Ezequiel 25,17: “El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que en nombre de la caridad y de la buena voluntad saque a los débiles del valle de la oscuridad porque es el auténtico guardián de su hermano y el descubridor de los niños perdidos. Y os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos, ¡y tú sabrás que mi nombre es YAHVÉ cuando caiga mi venganza sobre ti!”

De todos los personajes de cómic a los que se podría atribuir la frase de Ezequiel que Jules Winnifried (Samuel L. Jackson) recita en Pulp Fiction con gravedad de pastor, sin duda es Offissa Pupp aquel a quien más convendría por derecho propio. Quizá por ello, el mismo Samuel L. Jackson lo porta sobre su pecho en la camiseta que lleva en la secuencia que cierra el filme, y en la que declama una vez más la tremenda cita bíblica [1]. Quizá no. Pero el guiño de Tarantino al que (en opinión casi unánime de los aficionados y los estudiosos) es el mejor cómic de todos los tiempos [2] es, sin duda, de todo menos casual.

[1]: Samuel L. Jackson luce a Krazy Kat en su camiseta de Pulp Fiction

[1]: Samuel L. Jackson luce a Krazy Kat en su camiseta de Pulp Fiction

[2]: Una de las primeras viñetas de Krazy Kat, de George Herriman

[2]: Una de las primeras viñetas de Krazy Kat, de George Herriman

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Hablamos de Krazy Kat. El cómic que el gran público no logró entender y que se publicaba solo por el empeño de William R. Hearst, aquel magnate de la prensa en el que se inspiró Orson Welles para dar vida a Charles F. Kane en su inolvidable obra maestra. El cómic en el que el genial George Herriman, día tras día durante más de cuarenta y un años, exploraba, dilataba y desmontaba las fronteras del arte en viñetas que acababa de nacer. Y siempre con la misma temática: las variaciones sobre el trío de amor-odio entre un perro de carácter kantiano (Ofissa Pupp), un ingenuo gato (o gata, que nunca lo acabaremos de saber: Krazy) y un avieso ratón (Ignatz). Una tira cómica rebosante de poesía y surrealismo, que Picasso y Hemingway seguían con religiosa devoción, y que es exponente puro de lo que Manny Farber diera en llama “arte termita”.

Carta de condolencia de Walt Disney a Mabel Herrimann. El original se custodia en el museo del cómic de Baltimore

[3] Carta de condolencia de Walt Disney a Mabel Herrimann. El original se custodia en el museo del cómic de Baltimore


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Que George Herriman y su obra han tenido y tienen una ingente influencia en el cómic y en el cine, sobre todo el de animación, es indudable. Uno de los documentos que de ello dan testimonio es la carta de condolencia que Walt Disney envió a Mabel Herriman, con motivo del fallecimiento de su padre [3], y que reza textualmente:

Dear Miss Herriman:

I am taking this opportunity to express to you my sorrow at the untimely loss of your father. As one of the pioneers in the cartoon business, his contributions to it were so numerous that they may well be never estimated.

His unique style of drawing and his amazing gallery of characters not only brought a new type of humor to the American public but made him a source of inspiration to thousands of artists.

My staff joins me in paying tribute to his memory.

Sincerely,
 Walt Disney

Precisamente por la importancia tanto de Herriman como de su obra esencial, no se entiende muy bien que ambos hayan sido objeto, durante décadas, de un olvido bastante injusto. Razón de más para sonreír al descubrir el cameo de Krazy, Ignatz y Offissa Pupp en Pulp Fiction, y agradecer a Tarantino, el maestro de la cita, que les haya dado un papel, aunque sea mínimo, en su consagrada obra.

Acerca de las verdaderas intenciones de Tarantino al hacer referencia a Krazy Kat solo podemos especular. Los amantes del noveno arte nos inclinamos a creer que se trata de un justísimo homenaje a una obra y un autor tan fundamentales, y tan maltratados. Y acabamos la película con ganas de releer aquel tesoro de humor y poesía que nos legó George Herriman.

Rubén de la Prida

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