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Prisioneros (Prisoners) (2013)

Nota: 8

Director: Denis Villeneuve

Guión: Aaron Guzikowski

Reparto: Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Melissa Leo, Paul Dano, Mike Gassaway

Fotografía: Roger Deakins

Duración: 146 min.

Nunca un título fue tan recíproco. Las casi dos horas y media de ‘Prisoners’ cautivan de principio a fin, enfrían la sangre y la calientan. Llegan a acojonar, y no es terror. Días después sigo prisionero de su laberíntica trama, de su morbosidad, de su original forma de contar lo que se ha contado mil veces: una desaparición. Las hemos visto en incontables series y filmes de tercera. Pero esta vez es distinto. Hay algo fresco y nauseabundo que me produce intriga constante por saber de una vez por todas dónde se esconden esas niñas, pero a la vez me aterra descubrir su paradero. Si están muertas o vivas. Si las han torturado o si se las han comido, o ambas. Y al final el prisionero soy yo.

Es un secuestro sin huellas que penetra en la conciencia de los habitantes de un pueblo y que les convierte en víctimas y culpables por igual. La solidaridad vecinal choca con el silencio y las miradas a otro lado. Nadie se fía de nadie. No hay pistas de ningún tipo. Solo hay un sospechoso y es tan rematadamente idiota que parece improbable que las haya capturado él. “No, no es posible que sea él”, te repites una y otra vez, mientras aparecen más y más incógnitas. Es entonces cuando entras en el laberinto de Denis Villeneuve. El director de ‘Incendies’ (2010) logra que te sientas encerrado sin dejarte predecir qué puerta es la siguiente en abrirse. Te identificas con la rabia de Hugh Jackman en su papel de padre atormentado. Su desesperación saca lo peor de ti mismo, sobre todo cuando comprendes la brutalidad de sus métodos al tomarse la justicia por su mano.

El tiempo pasa y no solo las preguntas se quedan sin respuesta sino que aparecen más. Acertijos que recuerdan al mejor thriller de ‘Seven’ y ‘Zodiac’, ese capaz de traspasar los límites de lo policiaco y alejarse de la sobremesa. Definitivamente a Jake Gyllenghal le sienta como un guante el papel de detective. Asombra su capacidad matemática de elucubrar un caso imposible, de frustrarse en la justa medida, de no rendirse cuando todo parece perdido. Su investigación en un pueblo rodeado de bosque y niebla obliga a trasladar la mente a Twin Peaks, aquel escenario maldito con el que David Lynch nos hizo tener pesadillas con Laura Palmer. Ambos lugares comparten un secreto y una atmósfera nerviosa que perpetúan la intriga. También tienen en común el dolor de unos personajes vigilados por una mente maquiavélica, que lleva décadas actuando en la sombra y que aterroriza por igual al espectador.

No importa que la fotografía abuse por momentos de la oscuridad para llegar a la conclusión de que estamos ante un ejemplo de cine en mayúsculas. Un buen drama psicológico que además bebe de los diálogos de un guionista casi debutante. Sería justo ver a Aaron Guzikowski (‘Contraband’, 2012) entre los nominados al Oscar por este inesperado guión, y por qué no, sin perder de vista el reparto y la dirección.

Manu Sueiro

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