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Confinamiento 26/03/2020: Ascensor para el cadalso (1958)

Con Ascensor para el cadalso, el cineasta francés Louis Malle debutaba en solitario en la dirección de largometrajes. Escogió el film noir para estrenarse y rompió las convenciones que habían regido el género hasta el momento. En el primer cuarto de hora, se ponen las cartas sobre la mesa y se plantea una situación que abre diversos frentes narrativos, estrechamente vinculados entre sí y de incierto desenlace. Se percibe una extraña sensación de clímax que cualquiera esperaría en el tercio final: primero explota la bomba y a continuación se enciende la mecha.

La alternancia en el protagonismo de los personajes principales aporta agilidad a la narración y propicia un equilibrio entre los exteriores y los interiores de una película que no ofrece respiro. Y a pesar de esta estrategia, el rostro de Jeanne Moreau monopoliza la atención del espectador dentro y fuera de campo: no solo mientras camina por las calles de una ciudad fantasmal y deambula por los garitos que solía frecuentar con su amante, sino también cuando observamos a éste en un callejón sin salida del que ella no tiene constancia.

Su mirada es el reflejo de esos malentendidos y accidentes fortuitos que nutren los argumentos del cine negro: triste, melancólica y desesperada. Llega el momento en que la fatalidad reparte sus cartas y un coche puede ser robado por la persona menos indicada, ese arma que guardabas puede ser disparada cuando menos te lo esperas, los fusibles son apagados por una mano inocente en el momento más inoportuno… Y puede que todo ello adquiera un tono lírico al son de la música de Miles Davis, pero su trompeta jamás doblegará las manos del destino.

Carlos Fernández Castro

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