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Un Paseo por la Filmografía de Audrey Hepburn

El título de una de las películas más famosas de Audrey Hepburn expresa, como ningún otro, qué tenía esta actriz que no tuvieran las demás: «Una Cara con Ángel». Y es que a pesar de sus limitaciones -nunca hizo de malvada, y el público jamás lo hubiera aceptado-, supo moverse con gran soltura entre la comedia, el drama, el musical, la intriga y el thriller, y casi siempre obteniendo un éxito más que respetable.

No estaba especialmente dotada para el musical, pero ¿quién puede discutir el encanto que desprenden sus interpretaciones en «Una Cara con Ángel«, de Stanley Donen, y «My Fair Lady«, de George Cukor? Su físico y su imagen pública, encajaban perfectamente en el molde de las comedias románticas. «Vacaciones en Roma«, «Sabrina«, y «Cómo Robar un Millón y…» son buena muestra de ello, pero hay otra película que recuerdo con especial cariño y que considero la comedia romántica total: «Charada«, que además es una mezcla perfecta entre cine de acción y cine de intriga. ¿Alguien puede imaginarse una pareja con más gancho que Audrey Hepburn y Cary Grant?

Asimismo, bordaba los papeles dramáticos. «Historia de una Monja» y «La Calumnia» le dieron el crédito que todo actor necesita para ser tomado en serio, más allá de los mal llamados géneros menores. Pero personalmente me quedo con «Dos en la Carretera«, una película en la que, una vez más, Stanley Donen volvió a ofrecerle un pasaporte para la eternidad. Su personaje en esta combinación perfecta de drama y comedia, le exigió uno de los mayores esfuerzos interpretativos de toda su carrera. El resultado supuso un magnífico estudio sobre la vida en pareja, dotado de un realismo que seguramente asustó al Hollywood más mojigato; además, la actriz aprovechó esta oportunidad de oro para ampliar su gama de registros.

En su filmografía también encontramos rarezas como «Robin y Marian«, una suerte de continuación de la conocida leyenda de Robin Hood, dirigida por el inclasificable Richard Lester. Sean Connery se pone en la piel de este mítico, envejecido, y alopécico héroe, años después de la historia que todos conocemos, para sacar a Marian del convento en el que vive recluida. Se trata de una de esas películas que jamás se olvidan, una obra que resuelve el siempre interesante «¿y qué paso después?». Dentro de este apartado, podríamos enmarcar la archiconocida, y también sobrevalorada, «Desayuno con Diamantes«, en la que un chapero (George Peppard) se enamora de una «señorita de compañía» caprichosa y muy confusa; es decir, una historia de amor que pretende camuflar la naturaleza políticamente incorrecta de dos personajes perdidos en la vulgaridad del mundo real.

También aceptó retos como «Sola en la Oscuridad«, en la que interpreta a una mujer invidente que se ve accidentalmente envuelta en unos asuntos muy turbios. La actriz demostró que no había género que se le resistiera, ni desafío que no estuviese dispuesta a afrontar si la ocasión lo merecía.

Probablemente se ha dicho todo lo que había que decir sobre esta magnífica actriz. Sin embargo, nunca he oído hablar sobre su hipnótica dicción y su elegante timbre voz. Si hay algo que me fascina de Audrey Hepburn, es su forma de entonar, su manera de decir las cosas; en cierto modo, añade algo especial a sus textos, algo intangible que da una nueva dimensión a las palabras que salen de su boca. En fin, serán cosas mías, pero estoy seguro de que hubiera sido capaz de recitar el «Ulises» de James Joyce, haciéndolo parecer un texto fascinante.

Me quedo con una anécdota que contaba Billy Wilder sobre las primeras pruebas de cámara que hizo a Audrey antes de comenzar el rodaje de «Sabrina«. Comentaba el director austriaco que al llegar al estudio, no conocía personalmente a la que iba a protagonizar dos de sus próximas obras. Al primer contacto visual, se llevó las manos a la cabeza, desesperado, pensando cómo alguien tan insignificante iba a llenar los planos de una película co-protagonizada por Humphrey Bogart y William Holden. Pero cuando observó a la actriz a través del objetivo por primera vez, sus preocupaciones desaparecieron inmediatamente. ¿Efecto visual? Prefiero llamarlo magia.

Carlos Fernández Castro

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