Born to Kill (Nacido para Matar) (1947)
Nota: 7,5
Dirección: Robert Wise
Guión: Eve Green, Richard Macaulay
Reparto: Claire trevor, Laurence Tierney, Walter Slezak, Philip Terry, Audrey Long
Fotografía: Robert de Grasse
Duración: 92 Min.
Hubo una época en la que las películas de cine negro se hacían como rosquillas. Curiosamente, este periodo de tiempo coincidió con el auge de la RKO, productora americana en la que imperaba la libertad creativa y en la que el tamaño de los presupuestos era inversamente proporcional al talento de los profesionales que componían su plantilla. Robert Wise fue uno de sus montadores estrella (Ciudadano Kane, El Cuarto Mandamiento) hasta que un buen día dio el salto a la dirección y se convirtió en uno de los estandartes del cine de «serie b» de los años 40.
«Born to Kill» es una de esas películas que nunca podrían haber sido producidas bajo el techo de un gran estudio. La ausencia de estrellas, el tono pesimista de su argumento, y un par de protagonistas que renunciaban insolentemente a cualquier posibilidad de identificación con el espectador, hacían de este proyecto el repelente ideal para una buena taquilla. Sin embargo, la escasa repercusión mediática de este tipo de cine, no impedía que sus responsables volcaran toda su pasión y buen hacer en cada nuevo trabajo.
La dirección de Wise es todo músculo, tal y como se aprecia en sus transiciones y en la precisión de una puesta en escena que evita movimientos innecesarios de cámara. Esto se traduce en una economía narrativa que solo se explica si atendemos a la experiencia previa de su director en la sala de montaje. Asimismo, se aprecian en su estilo las enseñanzas de Val Lewton, especialista en el empleo de luces y sombras para crear atmósferas inquietantes (La Mujer Pantera, Yo Anduve con un Zombi) y así compensar la escasez de medios que caracterizaba sus producciones.
Wise es capaz de contar mucho en muy poco tiempo, e incluso de cambiar de género según las necesidades del argumento. Si en el primer tercio de «Born to Kill» asistimos a un thriller ejemplar, el resto de su metraje está dominado por una mezcla indisoluble de melodrama y cine negro, salpicada por grandes momentos de suspense. La eficacia de esta extraña combinación radica en el excelente guión de Eve Green y Richard Macaulay. Los habituales personajes secundarios de relleno adquieren una importancia capital en esta película, materializando sorprendentes giros de guión y prolongando la incertidumbre respecto al desenlace de la enfermiza historia de amor entre Sam Wild y Helen Trent.
«Born to Kill» sorprende por el perverso y egoísta perfil de sus protagonistas, hasta el punto de que dos personajes de semejante calaña hubieran arruinado la carrera de cualquier estrella de cine. Esto explica que fueran interpretados por Claire Trevor (La Diligencia) y Lawrence Tierney (Reservoir Dogs), un par de actores con muy poco que perder, pero tremendamente dotados. Ambas interpretaciones son de primera categoría y elevan la película a un nivel superior. Gracias a Tierney, percibimos a Sam como un tipo verdaderamente peligroso. La dureza de su rostro y su determinación a la hora de hablar delatan a una persona que siempre consigue lo que quiere, por las buenas o por las malas. Por otro lado, la expresión en la mirada de Claire Trevor consigue transmitir un trasfondo de maldad y podredumbre que no suele apreciarse en el resto de sus interpretaciones, algo que llama la atención sobre el inmenso talento de esta infravalorada actriz.
Robert Wise propone un sensacional estudio sobre el egoísmo, a través de dos seres despreciables. Sam y Helen llevan toda una vida actuando únicamente en función de sus intereses, sin importarles los daños colaterales que ello pueda provocar en los demás. Al conocerse, encuentran la horma de su zapato y pasan de ser manipuladores a convertirse en víctimas de la atracción que el uno siente por el otro. No obstante, el destino pone en sus caminos sendas tablas de salvación en forma de personajes moralmente intachables, tan sólo para demostrar que ninguno de los dos las merece.
La oscuridad de sus personajes convierte esta película en uno de los film noir más arriesgados de los años 40. Ante la ausencia de protagonistas ejemplares, Robert Wise sacrifica la identificación del espectador en favor de una absoluta involucración en el desarrollo de los acontecimientos, provocada por la expectativa de un castigo ejemplar. Porque en el fonfo, «Nacido para Matar» juega con nuestra sed de justicia, aquella que no existe en la vida real pero que sí tiene cabida en la gran pantalla.
Carlos Fernández Castro