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Salesman (1968)

Para mi, Salesman es un documental que está a la altura del mejor recordado Grey Gardens. Los hermanos Maysles tenían un olfato especial para extraer petróleo de historias aparentemente banales. En este caso somos testigos del día a día de cuatro vendedores ambulantes de Biblias de lujo. Quien haya practicado la venta a puerta fría sabe que se trata de uno de los trabajos más desagradecidos sobre la faz de la tierra. Y lo es todavía más si tus clientes carecen de un gran poder adquisitivo y su analfabetismo es tu única esperanza para alcanzar los objetivos impuestos por unos jefes despiadados.

Los Hermanos Maysles juegan con fuego al elegir unos protagonistas que, de antemano, provocan el rechazo del espectador. Sin embargo, demuestran nuevamente su gran conocimiento de la psique humana al retratar a estos vendedores al margen de su profesión. Sus inquietudes, inseguridades y ansiedades les humanizan, autorizan la empatía y permiten alcanzar un frágil equilibrio entre el espectador y los protagonistas.

Resulta asombrosa la accesibilidad de los directores a los procesos de venta de sus salesmen, lo que permite observar de primera mano el juego sucio al que estos recurren para persuadir a sus compradores potenciales. Las imágenes sudan y respiran como si la presencia de la cámara fuera casual e imperceptible para sus protagonistas. Este magnífico trabajo alumbra algunas de las zonas más sombrías del sueño americano, despojándolo de todo idealismo e ingenuidad a base de verdad, denuncia y sentido del humor.

Podríamos maldecir a estos pobres diablos, pero son tan víctimas del sistema como lo son sus clientes. Salesman viene a recordarnos lo bien atados que tienen los cabos aquellos que miran al ciudadano de a pie desde lo alto de sus despachos. No somos más que los eslabones de una cadena que ellos se encargan de tensar lo suficiente como para apretar y no ahogar, como para que la pobreza no se convierta en miseria y jamás aspire al desahogo vital y económico. Por esa misma razón conviene reivindicarlo, porque puede que las formas hayan cambiado, pero los oscuros objetivos del sistema y su perversidad permanecen vigentes.

Carlos Fernández Castro

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