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Extraños en un Tren (Stranger on a Train) (1951)

NOTA: 8

Dirección: Alfred Hitchcock

Guión: Raymond Chandler, Czenzi Ormonde (Novela: Patricia Highsmith)

Reparto: Farley Granger, Robert Walker, Ruth Roman

Fotografía: Robert Burks

EN BREVES PALABRAS (Para los impacientes)

Siempre se ha dicho que Alfred Hitchcock es el Maestro del Suspense cinematográfico por excelencia. Habitualmente, esa afirmación resulta insuficiente para describir un cine tan complejo y rico en matices como el suyo, aunque siempre hay excepciones. En el caso de esta película, dicha afirmación cobra cierto sentido, ya que estamos ante un verdadero tratado sobre el suspense. «Extraños en un Tren» plantea un conflicto entre sus protagonistas desde el principio y lo exprime hasta sus últimas consecuencias, manteniendo un nivel de tensión tan prolongado y sostenido que es difícil de aguantar.

SI QUIEREN PROFUNDIZAR…

El argumento, basado en una novela de Patricia Highsmith, es el siguiente: Paul, un hombre entrado en la treintena y sin oficio ni beneficio, vive todavía en la vivienda familiar; tiene en gran estima a su madre, pero, desde hace tiempo, está deseando perder de vista a su padre, quien le echa en cara su condición de parásito social. Farley es un famoso tenista que esta casado con una mujer a la que no quiere y de la cual se ha separado; está enamorado perdidamente de Anne, hija de un senador, pero no consigue el divorcio para poder casarse con ella. Un día, estos dos personajes se conocen fortuitamente en un tren y Paul le propone a Farley intercambiarse los asesinatos de sus dos personas odiadas con el fin de hacer imposible determinar la autoría de los mismos.

«Extraños en un Tren» pertenece a esa categoría de películas que, aun teniendo una gran calidad, podrían ser catalogadas de menores en la filmografía del orondo director británico. «Recuerda» (Spellbound), «Treinta y Nueve Escalones» (39 Steps) o «Atrapa a un Ladrón» (To Catch a Thief) son claros exponentes de ese grupo de obras.  Hitchcock realiza, con su pericia habitual, una película repleta de secuencias bien rodadas y mantiene un nivel de tensión más intenso que el habitual.

Puede que una de las principales diferencias de esta obra frente al resto de su filmografía sea el especial interés que el director británico muestra en la creación de una continua sensación de intranquilidad en su personaje principal y, por extensión, en el espectador, en detrimento del especial hincapié que suele hacer en el estudio psicológico de sus personajes. Pero eso no implica que Hitchcock deje de lado algunas de sus obsesiones habituales, como pueda ser ese personaje protagonista que se ve envuelto en una situación de extremada gravedad sin haber hecho nada para ello: «Con la Muerte en los Talones», «Falso Culpable» y «39 Escalones»; o la relación materno filial tan característica en su cine, casi siempre dejando de lado la figura paterna: es el caso de Norman Bates (Anthony Perkins) en «Psicosis», Alexander Sebastian (Claude Rains) en «Encadenados», Marnie (Tippy Hedren) en «Marnie, la Ladrona», Mitch Brenner (Rod Taylor) en «Pájaros» o Roger O. Thornhill (Cary Grant) en «Con la Muerte en los Talones».

En esta película, Sir Alfred también utiliza un recurso que ya había empleado satisfactoriamente en «Encadenados»: el uso de objetos como generadores de tensión. En «Extraños en un Tren» se trata de un mechero y unas gafas. Bien cierto es que el primero es utilizado de una manera brillante y con una mayor habilidad que el segundo, cuya inclusión en el guión, como pista clave para descubrir la identidad del asesino, está prendida con alfileres.

Como siempre, el maestro nos regala planos para el recuerdo, tarea harto difícil ya que ¿cuantos directores pueden presumir de  crear tres o cuatro planos para la historia en cada uno de sus films? La secuencia del asesinato es verdaderamente brillante y está concebida con una inteligencia admirable; en ella Hitch aprovecha para llamar la atención del espectador hacia las gafas de la víctima, objeto de una importancia capital como hemos comentado anteriormente. Tampoco podemos olvidar esa última secuencia en el tiovivo, cuya tensión roza unos límites insospechados, y la cual no escudriñaremos en deferencia a aquellos que no hayan visto el film,.

En esta película, Hitchcock es infiel a uno de sus principios fundamentales: no engañar jamás al espectador; esto ocurre en el plano en el que el personaje interpretado por Farley Granger decide entrar en una casa y encuentra un inmenso perro gruñón que le bloquea el camino entre él y su objetivo. El efecto perseguido es cien por cien efectivo, pero tanto esa secuencia como el contexto que provoca dicha tensión, se revelan posteriormente injustificadas, debido a la explicación posterior expuesta por el personaje que la protagoniza.

En definitiva, un nuevo film de Hitchcock que raya un altísimo nivel y que deja bien claro el dominio que el director inglés tenía de psique humana. Muy recomendable.

Carlos Fernández Castro

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