Grupo Salvaje (The Wild Bunch) (1969): juntos hasta el infierno
Nota: 10
Dirección: Sam Peckinpah
Guión: Walon Green, Sam Peckinpah
Reparto: William Holden, Robert Ryan, Ernest Borgnine, Ben Johnson, Warren Oates, Jaime Sánchez, Edmund O’Brien
Fotografía: Lucien Ballard
Duración: 145 Min.
“Si se mueven, mátalos”: son las primeras palabras que pronuncia William Holden en “Grupo Salvaje”. A su vez, se trata de toda una declaración de intenciones por parte de Sam Peckinpah (director del film), que exige a punta de revolver toda la atención que podamos prestarle. Dicho sea de paso, no hacía falta este tipo de intimidación. “Grupo Salvaje” hipnotiza, sin necesidad de amenazas de por medio, desde su primera y metafórica secuencia; en ella, el director americano anticipa las reglas del mundo en el que se van a desenvolver sus violentos y sucios antihéroes; un mundo en el que solo el más fuerte sobrevive, en el que los seres más inocentes son capaces de las atrocidades más crueles sólo por diversión (en la primera secuencia del film, unos chavales acorralan en un círculo de fuego a un escorpión que está siendo devorado por infinidad de hormigas)…
Sirva este texto para reivindicar una película que no requiere de defensa alguna, sino sencillamente de una reinterpretación por parte de aquellos que la ensalzan únicamente por su revolucionario estilo de filmar la violencia. «Grupo Salvaje» es una de las obras cinematográficas que mejor ha sabido explorar el universo masculino; y lo hizo desde el punto de vista de la amistad, el honor, la nobleza y los códigos de lealtad propios de un puñado de hombres cuyo medio de vida consistía en atracar bancos, asaltar trenes y jugarse la vida en cada nuevo golpe.
Resulta fascinante ir descubriendo, según avanza el metraje, la verdadera naturaleza de la relación entre Pike Bishop (William Holden) y Deke Thornton (Robert Ryan). El director de «La Huida» presenta a ambos personajes como líderes de dos grupos rivales -uno al servicio de la ley y otro dedicado a quebrantarla- en el impactante y mítico tiroteo con el que empieza el film. Pero desde el primer momento se aprecia un cierto respeto y admiración en la forma en la que Thornton habla sobre Pike y en su fingida torpeza al errar un disparo que hubiera abatido a su adversario. Intuimos que hay algo más; una sincera amistad que el transcurso de los minutos va revelando a través de sutiles líneas de dialogo y un flashback que explica cómo ambos han acabado en extremos opuestos de la ley.
La situación de Pike es dolorosamente contradictoria; a pesar de estar siendo perseguido por un amigo, lo cual podríamos calificar de traición, respeta su decisión de recuperar la libertad a costa de entregar a sus antiguos compinches. En cambio, Dutch (Ernest Borgnine), un personaje más primitivo que Pike, cuestiona la posición de su líder en un dialogo muy revelador:
– Dutch: Maldito ese Deke Thornton
– Pike: ¿Qué harías en su lugar?; dio su palabra.
– Dutch: Dio su palabra al ferrocarril
– Pike: ¡Es su palabra!
– Dutch: ¡Eso no es lo que cuenta; es a quién se la das!
Deke Thornton, por otro lado, es un personaje enigmático y moralmente ambiguo. Ha dado su palabra de que entregará a Pike y a los suyos vivos o muertos a cambio de su libertad; pero según avanza el metraje, sus verdaderas intenciones son cada vez más confusas: ¿realmente persigue a sus antiguos colegas para entregarlos o para unirse de nuevo a ellos? El personaje interpretado por Robert Ryan es el más fascinante del film; su verdadera esencia está recubierta de numerosas capas de protección, que pretenden camuflar un tormentoso debate interno entre el honor y la amistad, la traición y la fidelidad, la libertad y el fuego eterno.
Podría citar un sinfín de secuencias de «Grupo Salvaje» que siempre formaran parte de mis recuerdos cinematográficos más preciados. Entre ellas, los feroces tiroteos que abren y cierran la película; aunque no por su violencia, sino por el empleo innovador del montaje, que transforma secuencias rutinarias, típicas del género, en experiencias inolvidables e impactantes. Al contrario de lo que indican muchos detractores del film, no se trata de violencia gratuita; Peckinpah dibuja con pulso firme un retrato del universo en el que se desenvuelven sus personajes y muestra de qué material están hechos; en un mundo en el que unos niños se divierten garantizando la muerte agónica de otro ser vivo, ¿cómo conservar la vida entre adultos corrompidos por el alcohol, el dinero, el poder o la religión?
A su vez, sus personajes ocupan un lugar especial en mi imaginario personal; Deke (Robert Ryan), Dutch (Ernest Borgnine), Tector (Ben Johnson), Lyle (Warren Oates), Sykes (Edmond O’Brien), Ángel (Jaime Sánchez) y Pike (William Holden) no son más que supervivientes en tiempos y lugares difíciles; personajes de carne y hueso que si no existieron realmente, podrían haber existido; un grupo de perdedores que se ganan la compasión del espectador gracias a un puñado de arandelas que deberían haber sido monedas de oro.
Entre todos los miembros del grupo, he de reconocer que siempre he sentido especial admiración por Pike, líder carismático del grupo con una autoridad indiscutible; cuando habla, sentencia, no hay lugar a discusión; su mirada está cargada con la confianza de quien ha sobrevivido a mil batallas, y la seguridad que otorga la experiencia. Y todo ello, cortesía de un actor legendario, William Holden, que convierte a Pike en uno de los personajes más legendarios de la historia del cine.
«Grupo Salvaje» siempre será para mi, ante todo, la mirada de Pike mientras sus manos manipulan una botella de whisky vacía; sentado sobre una cama después de haber fornicado con otra mujer anónima, su cabeza no puede dejar de pensar en Ángel: un amigo, un miembro más del grupo, un compañero de fatigas que ha sido retenido por los hombres del General Mapache por su apoyo a la resistencia. Ángel ha sido fiel a unos ideales; el resto del grupo, no lo ha sido al único que jamás tuvieron: mantenerse siempre unidos. Pike se levanta de la cama y entra en la habitación de Tector y Lyle; se miran sin mediar palabra; los ojos de Pike rebosan determinación y sus labios de repente pronuncian un «vamos» que representa la mayor declaración de amistad que se haya visto en la gran pantalla; han decidido rescatar a Ángel a cualquier precio.
Pike, Dutch, Lyle, Ángel, Sykes y Tector son un grupo salvaje, sí; pero por encima de todo son un grupo de amigos que han compartido trabajos sucios, borracheras financiadas con dinero ensangrentado, noches en prostíbulos perdidos en mitad de ninguna parte, cabalgadas interminables sin una gota de agua con que refrescar sus polvorientas gargantas, y mil huidas tratando de evitar la llegada de un destino implacable. Estáis en lo cierto, no he vivido nada parecido a las aventuras que experimentaron los miembros de este grupo salvaje; en cambio, sí he sentido los estrechos lazos que unen a dos personas para el resto de la eternidad, condición indispensable para entender la grandeza de esta obra muestra. Gracias por expresarlo tan bien, Sam.
Carlos Fernández Castro