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Elephant (2003)

Nota: 8,5

Director: Gus Van Sant

Guión: Gus Van Sant

Reparto: Alex Frost, Eric Deulen, John Robinson, Jordan Taylor, Nicole George, Alicia Miles, Elias Mc Connell, Matt Malloy

Fotografía: Harris Savides

Música: Ludwig Van Beethoven

Considerada por sus múltiples detractores como snob, fraudulenta o fría -entre otras lindezas-, «Elephant» supone para mi gusto, una de las más brillantes muestras artísticas de terror tangible. Subgénero éste, que dando muestras del mínimo rubor imaginable, me atrevo a bautizar aquí.

Antes de la tormenta siempre reina la calma.

La película, que arrasó en el Festival de Cannes 2003, narra bajo una acertadísima tonalidad espectral y a través de frecuentes licencias, la matanza del Instituto Columbine. Con ella, Gus Van Sant, creador tan herrático como interesante, consigue sumar a su filmografía una sugestiva, audaz y poliédrica visita a la génesis del dolor, al invernadero del odio y la frustración. Para lograrlo, el cineasta norteamericano se decanta por un tratamiento estético obsesivamente bello -pero no ajeno al horror que larva su historia-, donde el uso de la Steadicam, su pausado ritmo narrativo y la reseñable fotografía de Harris Savides -inspirada por la obra de William Eggleston, cincelan la genuina personalidad del film.

La fotografía de Eggleston, o como la realidad puede ubicarse en fascinantes universos paralelos.

Desde su escena inicial, en la que un coche a la deriva contrasta con la plácida perfección que lo acoge, “Elephant” trascurre bajo el dictado de unas leyes gravitatorias de marcado magnetismo. Leyes, por cierto y sin ánimo de caer en la reiteración, fundamentalmente inducidas por tan cautivador modo de retratar su escenario. Y es que es precisamente ésta, su extraordinaria impronta estética, la responsable en última instancia del principal activo del film: esa sensación que transita, amenazante y meditabunda, por su entero metraje. Esa lacerante insatisfacción esencial, hija pródiga de la opulencia, que ataca con especial inclemencia a los jóvenes.

Van Sant, que lo sabe y al que le duele en el alma, trata con cierta asiduidad dicha pueril vulnerabilidad. Muestra de ello son las asequibles y exitosas «El Indomable Will Hunting» y «Descubriendo a Forrester»; y las mucho más personales «Mi Idaho Privado» y «Gerry» (que integra, junto a «Elephant» y a la plomiza «Last Days», su particular tríptico sobre la muerte).

Van Sant aprovecha en su propuesta todo el poder sugestivo de los pasillos. Sus travellings -guturalmente menoscabados por ciertos críticos y espectadores-, me recuerdan a los planteados por Kubrick en "El Resplandor". Eso sí, el palpitante terror de sus exteriores, se traslada desde el invierno rural (cobijo habitual de la aflicción cinematográfica), a un profético otoño.

Para dar forma a la película, Van Sant se decantó por la espontaneidad propia del amateurismo. Así, gran parte del cast que integra la peli, son chavales sin experiencia previa en el cine. Y gran parte del texto final que en la misma figura, es fruto de inspiradas improvisaciones.

«Elephant», severo, complejo y sutil cardiograma de la juventud occidental, de sus miedos, anhelos, credos y problemáticas; crítica corrosiva a un país -a una sociedad-, con más de 300 millones de armas circulando entre su ciudadanía.

Alberto G. Sánchez – pelucabrasi – @pelucabrassi

Artículo dedicado a quienes señalan a la violencia en el cine como causa única de las matanzas indiscriminadas.

Sólo decirles que los pirados, por muy pirados que estén, rara vez matan o hieren con globos de agua. Y que malditas sean las armas, y aquellos que hacen negocio con ellas.

"All the other kids with the pumped up kicks, you better run, better run, faster than my bullet" - Marc Foster, Foster The People.

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