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Gloria (2012)

Nota: 8

Dirección: Sebastián Lelio

Guión: Sebastián Lelio y Gonzalo Maza

Reparto: Paulina García, Sergio Hernández, Coca Guazzini, Antonia Santa María

Fotografía: Benjamín Echazarreta

Duración: 110 Min.

Me gustaría llamar la atención sobre un suceso extraordinario cuyo conocimiento conmocionará a más de uno: tras varios estudios concienzudos, se ha descubierto que hay vida a partir de los 50; y no sólo en seres humanos de género masculino, algo sobre lo que ya teníamos fundadas sospechas, sino también en esas grandes marginadas por el Séptimo Arte que son las mujeres. En las últimas décadas, el cine ha ignorado deliberadamente los argumentos protagonizados por personajes que hayan rebasado esa extraña barrera psicológica que dicta (equivocadamente) su utilidad o inutilidad social.

“Gloria” es una película que se enfrenta a todos esos tabúes irracionales que tiramos inconscientemente sobre nuestro propio tejado. En este caso, el director chileno lanza un órdago contra las leyes no escritas que vaticinan las escasas posibilidades comerciales de una película protagonizada por una mujer madura; para más INRI, Gloria es una mujer separada, mantiene intacto su deseo sexual, sigue creyendo en el amor, y rechaza la soledad como compañera de lo que le queda de viaje. Con esta premisa, mejor ni hacer la película, ¿verdad?

Pero Sebastián Leilo se siente cómodo nadando contracorriente; parece haber hecho el ejercicio mental de repasar todo lo que no se suele reflejar en un largometraje comercial, para intentar romper la tendencia. El director chileno hace una labor social que quizás no identifiquemos a primera vista, pero que queda patente en sus imágenes. Lo que sí percibimos es el sabor a victoria que deja en el paladar, esa sensación de que se puede mantener la dignidad incluso en las situaciones menos propicias para ello.

Gloria canta canciones de amor como si deseara protagonizarlas, sale de fiesta con la esperanza de encontrar a alguien que encaje en su soledad, finge que sigue siendo importante en la vida de sus hijos, y se resiste a perder la sonrisa, aunque sea recurriendo a la risoterapia. Y el espectador cae rendido a sus pies gracias a la interpretación de Paulina García, actriz con un magnetismo animal, que sostiene bajo sus hombros el peso de un personaje complejo y repleto de matices.

Contando con cimientos tan sólidos, Sebastián Leilo rueda su cuarta película sin ningún tipo de complejos. Porque mostrar una relación sexual entre dos adultos en la gran pantalla, no debería ser algo excepcional ni digno de elogio; así como recrear el flirteo previo, que desprende tanto encanto como el que hubiesen protagonizado una joven de pechos turgentes y un apuesto galán de abdomen inquebrantable. Para el director chileno, las carnes más o menos prietas no son indicio de una mayor o menor capacidad para tener sentimiento.

Porque además de la sensibilidad con que está dirigida, «Gloria» también cuenta con un guión perfectamente estructurado y repleto de sutiles metáforas que enriquecen su visionado: un gato nunca interpretó tan bien el papel de la soledad; el vecino con impulsos suicida, se adapta como anillo al dedo a su rol de herramienta del destino; jamás una canción sonó tan oportunamente, invitando (nominalmente) a su protagonista a perseverar en su búsqueda de la felicidad.

«Gloria» es un llamamiento de atención a todos aquellos que alguna vez han pensado en rendirse, una reivindicación de los marginados habituales en el Séptimo Arte, un ataque contra el culto a la juventud que domina nuestra sociedad. Pero ante todo, «Gloria» es la historia de una superviviente que, con la cabeza bien alta, afronta una aventura mucho más arriesgada que un conflicto bélico o una misión imposible: el día a día de una mujer madura en los tiempos modernos.

Carlos Fernández Castro

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