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Libros de cine: ¿Qué es una buena película?

Hace unas semanas, la BBC hizo pública su lista, creada a partir de la opinión de 177 críticos, de las – supuestamente- 100 mejores películas del siglo XXI. Como toda lista que se precie, esta publicación generó un intenso debate. Discutíamos online y offline sobre la selección de las películas, la posición y, por supuesto, la validez del listado.

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Las listas son curiosas porque permiten este tipo de conversaciones, todas centradas en discutir sobre una determinada clasificación basada en la calidad de los films. Evidencian las enormes diferencias de criterio y de percepción que tenemos sobre por qué una película nos parece mejor que otra o simplemente por qué pensamos que es buena o no. Todos nos sorprendemos que a ese amigo/a le haya gustado lo que a nosotros nos ha espantado, o al revés.

Pero esto no se trata solo de listas. Valorar una película –o una serie, un corto o cualquier tipo de obra audiovisual– y tener tu propia opinión de lo que te gusta y lo que no, es, en general, algo que hacemos todos.  Las imágenes montadas nos rodean continuamente. Establecemos criterios y nos guiamos a partir de ellos. Nos encanta ese videoclip, un determinado género; nos gusta más ese directora y menos ese actor.

Y por supuesto, existen auténticas profesiones e identidades construidas a partir de ello.  El juicio artístico y la determinación de ciertos valores estéticos es una de las bases de la crítica cinematográfica y de la construcción de la cinefilia tal y como la entendemos. Un aficionado al cine o buen crítico no se puede sentir como tal si no le gustan determinadas obras o si no es capaz de valorar ciertos autores. La proliferación de webs, foros y debates en Internet han evidenciado todavía más estas distintas maneras de hablar y matizar sobre lo que es bueno y lo que no, algo que en el pasado estaba mucho más restringido a las publicaciones especializadas y a determinados autores e intelectuales.

A veces damos por sentadas todas estas cosas, pero también vale la pena pararse un momento y reflexionar sobre ellas, deconstruyéndolas. Precisamente eso hizo el teórico del cine Laurent Jullier en ¿Qué es una buena película? (2002), un libro muy interesante en el que este profesor francés intenta explicar y aunar los distintos criterios que existen a la hora de cimentar el juicio del gusto cinematográfico.

¿Qué es una buena película?

Antes de determinar esas pautas, el autor explica que, en realidad, existen dos grandes posiciones dentro de la filosofía estética, simplificadas y polarizadas para la ocasión, a la hora de responder a la pregunta que titula su trabajo.

Por un lado, la que considera que existe un cierto juicio de “la belleza”, de lo estético, que tiene orígenes kantianos y/o inmanentistas. Esta posición sostiene que hay ciertos elementos objetivos y naturales que nos permiten evaluar qué es y qué no es bueno (“esto es una buena película”). El gusto natural es una realidad evidente y desinteresada.

Por el otro lado, existe la posición relativista y subjetivista, que puede llevar a menudo al multiculturalismo, en la cual se llega a la conclusión postmoderna de que las películas no son buenas o malas según un juicio estético concreto, sino que las valoramos por elementos culturales, sociales y económicos que dependen de cada persona y situación («para mí, esto es una buena película»).

Con distintos ejemplos y exposiciones, Juillier explica que cada polo ha de ser entendido con sus precauciones y sus límites. Y, por supuesto, entender que se mezclan continuamente.

Una vez explicado esto, el autor francés aísla 6 grandes criterios que, juntos y por separado, son muy habituales a la hora de determinar qué es una buena película. Paso a enumerarlos y explicarlos brevemente:

    1. Una buena película tiene éxito. Aunque la crítica especializada y los cinéfilos suelen desdeñar los grandes éxitos de taquilla recordando grandes películas olvidadas por las masas, Jullier explica que, en general, se tiene una percepción positiva ante películas que ya han visto mucha gente (¡1 millón de espectadores ya la ha visto!) o que han obtenido muchos premios, o han pasado por los mejores festivales (8 nominaciones a los Oscars…
    2. Una buena película es un logro técnico. El autor demuestra que seguimos asociando el buen hacer de una película con el trabajo que existe detrás de ella. La complejidad y la capacidad técnica está bien vista, sea del tipo que sea. Que se le dé importancia a la manera en la que se ha rodado o, en los últimos tiempos, a las innovaciones tecnológicas y digitales, es un aspecto a tener muy en cuenta. Por no hablar de lo que se maltrata a las películas si tienen fallos y errores técnico
    3. Una buena película es edificante. Si la película nos ofrece algún tipo de saber, si nos ha enseñado algo sobre una determinada cultura o si tiene un compromiso social determinado, por ejemplo, es buena. Lección de vida y testimonio. El espectador-alumno, como lo denomina Jullier, se interesa por las películas que muestran (descriptivas) y/o las que demuestran (prescriptivas). La visión ética y humana es la que construye el gusto en muchos casos; un juicio estético basado en la responsabilidad.
    4. Una buena película es emocionante. Este criterio está vinculado a la experiencia que se tiene con el film. Una obra capaz de provocar una emoción y hacer sentir algo –positivo – al espectador se considera valiosa. Crear y proponer determinados elementos que creen una reacción corporal evidente por parte del espectador resulta la prueba definitiva para muchos de que el film tiene calidad. Se trata de un registro de satisfacciones que pueden generarse por distintos motivos, pero que son el termómetro del valor final que se le da.
    5. Una buena película es original. Jullier lo llama “caballo de batalla de la Modernidad” y considera que es uno de los más difíciles de utilizar. Por supuesto, valorar la originalidad implica un ejercicio de distanciamiento con la obra, un análisis externo que depende del ángulo desde el que se mira (época, punto de vista del espectador o el del artista). El tiempo es uno de los factores fundamentales de este punto: se valora lo que es nuevo o aportó algo diferente con respecto a lo anteriormente visto según técnica, temática, discurso… Este criterio choca frontalmente con la cultura postmoderna actual, que celebra en cambio la reutilización y las nuevas combinaciones para sostener que “lo Nuevo” en el cine ya no existe.
    6. Una buena película es coherente. Determinar si una película tiene coherencia implica realizar un análisis: se llamaría cohesión al perfecto equilibrio entre fondo y forma en la economía narrativa (análisis interno), mientras que la coherencia sería lo que une el texto cinematográfico con el mundo (análisis externo); la historia, por ejemplo. En muchas ocasiones se identifica también lo coherente con el mensaje que quiere transmitir el autor de la obra contrastado con lo que se ve posteriormente en pantalla. La película debe ser un todo que tenga sentido y equilibrio. No hay que olvidar que también se permiten ciertos “defectos amables”, esas pequeñas irregularidades que contribuyen al encanto y consagración final de la película. En los últimos tiempos, este criterio se considera más en desuso y vinculado al cine clásico.

 

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Además de la posibilidad de añadir otros criterios – los repasados serían los más comunes, explica Jullier-, ya solo jerarquizar estos seis es una tarea complicada.

Visto este resumen básico y sin valorar otros criterios posibles, personalmente, tiendo a privilegiar la posición que reconoce la existencia de distintas herramientas que nos permiten, por lo menos, defender y argumentar sobre una película y poder hablar, a partir de esas consideraciones, de una mayor o menor calidad. Existen códigos comunes que justifican clasificaciones más o menos concretas, así como suficientes elementos en las películas que permiten ofrecer conclusiones en clave cualitativa.

Sin embargo, la dicotomía me gusta/no me gusta no termina de explicar la complejidad del proceso que analizamos. Una posición superior sobre la estética y un puro juicio del gusto natural son peligrosos porque suelen querer ocultar qué condiciones reales existen a la hora de opinar sobre las películas. Evitan la intervención del cuerpo como medio de evaluación (emoción, risa…) y excluyen los distintos factores e intereses (personales, económicos, sociales, políticos, etc…) que influyen en el espectador a la hora de evaluar una película.

Más allá de intentar responder a la pregunta que encabeza el artículo, pensar y tratar este tema es útil porque nos desprende, especialmente a los que solemos hablar de estos temas, de una solemnidad y de una presunción demasiado comunes en este campo. No nos escondamos bajo el subjetivismo absoluto o la falsa presunción de poder distinguir de forma innata y desinteresada lo “bello” desde nuestro altar. La mejor solución es analizarse y ser transparente: expliquemos qué criterios utilizamos y sus porqués. Así, todo será más claro y accesible. Al menos, tengámoslo en cuenta en el debate sobre la próxima lista.

Arturo Tena – @artena_

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