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Libros de cine: Mi vida en VO: 50 años de cine español (González Macho en versión original subtitulada)

Para quienes nos dedicamos a la Historia del Cine una de las fuentes documentales importantes son los libros de memorias o autobiografías, aunque no siempre satisfacen las expectativas de resolver cuestiones pendientes o, simplemente, aportar datos de interés para conocer el contexto de creación de una película, las dinámicas comerciales o relaciones profesionales entre cineastas. Ciertamente, en muchos casos, las memorias sirven para conocer la personalidad del autor y en qué medida se proyecta en sus obras, como se aprecia al leer las de John Huston (“A libro abierto”) o las de Luis Buñuel (“Mi último suspiro”).

Hay bastantes memorias de actores y directores, pero mucho menos de guionistas o productores y exhibidores, quienes cuentan con información más precisa sobre el proceso industrial y cultural de creación, difusión y recepción de las películas. Ello se explica, en parte, por las pocas personalidades con vocación para estos oficios, dejando al margen empresarios que producen películas o regentan salas de cine como podrían construir urbanizaciones de chalés adosados o dirigir un despacho de abogados. Si nos ceñimos a nuestro país y dejando al margen a los directores-productores, en la producción apenas podemos señalar a Elías Querejeta, José Luis Dibildos o Andrés Vicente Gómez, entre quienes construyeron un catálogo relevante, o a Cesáreo González, Benito Perojo y Enrique Cerezo con un cine comercial. Pero si se trata de exhibidores, los nombres de personas desaparecen sustituidos por las empresas o los circuitos de salas, con la excepción de Enrique González Macho (Santander, 1947) cuyo compromiso en distintas áreas del mundo del cine ha sido evidente en toda su carrera hasta presidir la Academia de Cine entre 2011 y 2015.

Aunque ha vivido en Madrid toda su vida, González Macho es de familia cántabra y se ha sentido siempre muy vinculado a la región, donde también ha trabajado en varias ocasiones desde el rodaje de “El corazón del bosque” (1978) de nuestro paisano Manuel Gutiérrez Aragón. Su vinculación al cine es muy temprana; trabaja en distintas tareas de producción en películas comerciales y serie B desde finales de los 60 hasta que, casi por azar, se ve implicado en la importación de cine soviético —absolutamente desconocido en nuestro país entonces, fuera de circuito de festivales— para la difusión en cineclubes, centros culturales y otros espacios no comerciales. Su empresa Alta Films también edita en vídeo películas rusas y llega a regentar una sala en Moscú para la difusión del cine español.

De las distintas actividades en el mundo del cine, lo más relevante de González Macho ha sido la importación de autores y de obras de cinematografías poco conocidas. A la soviética se suman películas chinas —da a conocer a Zhang Yimou, Chen Kaige y los cineastas de la espléndida “quinta generación” que logró una difusión hasta entonces inédita para el cine chino—, latinoamericanas y europeas. En el caso del cine comprometido Ken Loach, crítico del thatcherismo en los ochenta y de la pérdida de derechos sociales de la clase obrera después, no sólo ha importado y exhibido las películas, sino que ha participado en la misma producción. Entre 1982 y 2013 este distribuidor da a conocer el mejor cine de los grandes festivales, cine de autor, películas renovadoras del lenguaje cinematográfico, obras comprometidas con su contexto social y político… en fin, piezas que ensanchan la experiencia estética del espectador. Posteriormente, cuando abandona la programación de las salas, participa en la fundación de la plataforma Filmin, con un catálogo de películas del mismo estilo.

El distribuidor, que se responsabiliza de la programación de algunas salas de cine, opta por la exhibición de películas en versión original a partir de 1986 con la apertura de los Cines Renoir en Madrid, en un emplazamiento muy próximo al de los Alphaville (ahora Golem), entonces salas de referencia para el cine v.o. A partir de ahí, González Macho promueve una cadena en un momento de fuerte reestructuración con la competencia del vídeo, el crecimiento de canales de televisión y el surgimiento de multisalas en centros comerciales. El circuito que pone en pie —lamentablemente hoy diezmado— llega a Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Zaragoza, Bilbao y Tenerife con un total de 60 pantallas, lo que marca un hito en la exhibición en nuestro país. A estas salas en versión subtitulada se suman otras de películas dobladas en Fuenlabrada, Cuenca, Guadalajara y otras salas de las que lleva la programación.

Con ese circuito, Enrique González Macho apuesta por la recepción integral de la obra de arte que es la película, sin mutilaciones ni distorsiones. Con ello se fomenta una concepción de cine y un respeto hacia los creadores, singularmente hacia los actores que pueden expresarse con su voz y no les queda amputada y sustituida por una postiza. Varias generaciones cinéfilas han contado en las ciudades mencionadas con salas que, además de ofrecer la imprescindible versión original, programaban cine de calidad, películas con futuro, pues estaban destinadas a permanecer en la memoria de los espectadores actuales y a ser significativas para otras generaciones.

Estas memorias de un exhibidor y productor de cine —escritas con Begoña Piña, prologadas por Icíar Bollaín y un valioso y extenso apéndice fotográfico, hemerográfico y documental de 150 páginas— tienen un notable interés para quien quiera conocer no sólo la carrera profesional del antiguo presidente de la Academia de Cine, sino también la transformación radical de la exhibición en esas décadas, entre 1980 y 2015, desde el vídeo doméstico a las plataformas digitales. También se pasa revista a los vaivenes de la política cinematográfica española y de documentan las polémicas públicas en las que González Macho ha cuestionado determinadas medidas o ha propuesto alternativas. Asimismo resulta relevante este libro para conocer, más allá del escaparate de los Goya, el trabajo y los retos diarios de la Academia de Cine.

José Luis Sánchez Noriega

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