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Libros de cine: Genealogías de la mirada

Casi una veintena de conferencias y ensayos preparados en diversas ocasiones y para distintos públicos han servido a Agustín Sánchez Vidal para armar este apetecible libro. Aunque este adjetivo parezca trasladado de la gastronomía, no hay más que echar un vistazo a las plurales imágenes (fotos, grabados, óleos, planos, fotogramas, dibujos, edificios, aparatos…) reproducidas con generosidad —casi quinientas— y analizadas y comentadas con agudeza para, efectivamente, suscitar el apetito por la lectura.

Puestos a ello se puede apreciar la complejidad y completitud de unas reflexiones que abordan, ciertamente, el mundo de la mirada; esto es, la forma en que los humanos apreciamos la realidad y la representamos, o aprehendemos las imágenes que ha generado. Por ello es certero el título: estudio sobre los orígenes, filiaciones o germinaciones de imágenes que no existen con independencia de la mirada (o existen en cuanto surgen desde la mirada y logran su sentido por ella). Esta clave, que permea todo el texto y se reitera en cada capítulo, es uno de los aciertos del ensayo. Pero, más allá de análisis y comentarios iconográficos e iconológicos, se trata de un libro exigente, como el autor deja claro en los dos primeros y ejemplares capítulos, que abordan la dimensión del tiempo en toda suerte de imágenes.

Sánchez Vidal, con una reconocida y amplia trayectoria como catedrático de Historia del Cine, guionista y novelista, tiene en su haber monografías de referencia sobre Carlos Saura, Luis Buñuel, Segundo de Chomón y Florián Rey. Conoce a fondo el mundo creador y el surrealismo de Dalí, Lorca y Buñuel; y sus estudios sobre historia y estética del cine poseen fecundas relaciones con las artes plásticas y la literatura, como demuestra este libro donde el cine está a la base —en el origen o en el destino— de unas reflexiones que, en el fondo, van más allá de las prácticas artísticas o de los lenguajes particulares para indagar en esa actividad humana (y que nos conforma como humanos) que es la mirada.

Hay capítulos que abordan mecanismos y formas de las imágenes previos al cine como los dedicados a la anamorfosis, al “mundo nuevo” y a los panoramas y juguetes ópticos; otros van más allá en cuanto profundizan en la, digamos, ontología de la imagen, como esos dedicados al tiempo (agrupados bajo el epígrafe “Puntos de fuga”) o a regímenes de las imágenes con la revolución digital: muy sugerentes son los ejemplos del recurso a la pixelización o al código de barras en la escultura, pintura y arquitectura.

En medio, muy ricas y sugerentes reflexiones sobre cineastas, estilos, interrelaciones y todo tipo de mestizajes donde se subraya —sobre todo en el caso español— el humus cultural del que es deudor el cine, como se refleja en el estudio sobre La aldea maldita titulado “Un cine de retablos”. También se disfruta del muy documentado capítulo “La España ensoñada de Orson Welles” que explora con perspicacia, hasta donde se puede, en el inacabado Don Quijote. Aunque menos novedosos, es un verdadero placer la lectura de los capítulos “Cuadros animados” y “Retratos al celuloide”, con espléndidos ejemplos de inspiraciones y diálogos entre pintura y cine. Asimismo, “El burdel de los sueños” abunda en secuencias e imágenes de carácter surrealista ya tratadas por el autor en otros trabajos, lo que no es óbice para ampliar el foco y establecer nuevas relaciones.   

La ventaja de un libro de estas características es la diversidad de intereses y tratamientos, que lleva de la mano al lector por territorios inesperados. El acierto en el panorama actual de trabajos académicos sobre cine es la amplitud de la mirada y del pensamiento, que muy oportunamente hace que las películas entren en diálogo con antecedentes y paralelos.

José Luis Sánchez Noriega

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