Baby (2020)
Muy coherente con su cine de fábulas, el vitoriano Juanma Bajo Ulloa radicaliza su discurso y ofrece una película de imágenes puras —sin ningún diálogo a lo largo de sus más de cien minutos— donde se solapan lo más repugnante y lo más sublime. No es un mundo muy distinto del mostrado en su primer largometraje Alas de mariposa (1991), con el que obtuvo nada menos que la Concha de Oro en San Sebastián y tres premios Goya a sus 24 años. Sólo en La madre muerta (1993) y en Frágil (2004) ha revalidado esa poética tan personal, pues su inserción en la industria ha transcurrido por otros derroteros, desde la comedia de tintes esperpénticos Airbag (1997) a diversos documentales musicales.
Una joven yonki da a luz y vende a su hijo para, a continuación, rescatarlo por todos los medios. Esta es la historia simple, como corresponde a los cuentos con víctimas, ogros, brujas, castillos, bosques, animales bondadosos y alimañas peligrosas. La desnudez del cuento lleva a Bajo Ulloa a prescindir de los diálogos: las únicas voces humanas en todo el relato son los lloros del bebé y el grito desgarrado de la madre. Eso sí, la banda sonora, con ruidos muy realistas y música (Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte) que comenta y refuerza constantemente las imágenes. Tampoco tienen nombre los personajes —todas mujeres— porque, en ausencia de palabra que les individualice, funcionan como tipos.
Aunque el director muestra mucho oficio, el desarrollo dramático resulta excesivamente simple. Probablemente esto se debe a la estética de cómic que planea sobre el conjunto del proyecto y que, en mi opinión, revela las diferencias en la forma expresiva entre el cine y la historieta. El cineasta vasco juega bien la baza de los estereotipos y de la mitología, sobre todo con el tema de la maternidad como pulsión preconsciente e indomable.
Baby no es una película fácil ni va destinada a un público masivo; el problema es que tampoco va a satisfacer a las minorías cinéfagas más predispuestas hacia relatos innovadores que exploran otras formas de audiovisual. Pero hay que apreciar esta exploración que cuenta con imágenes muy bellas, encuadres fascinantes y una expresiva banda sonora.
José Luis Sánchez Noriega