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El poder del Perro (The power of the Dog, 2021)

Han tenido que pasar más de cien años para poder ver westerns dirigidos por mujeres. Y créanme cuando les digo que lo necesitábamos. Por si no se habían dado cuenta, los ojos femeninos de aquellos tiempos veían con la misma nitidez que los masculinos y, no obstante, hemos sido privados de su perspectiva durante todo este tiempo. Y no hablo de escasez de personajes femeninos, que también, sino de pasar aquellos tiempos por el filtro de una mirada diferente. Hasta ahora, lo más remarcable en este sentido habían sido las películas del género protagonizadas por mujeres, como Cuarenta pistolas (Barbara Stanwyck), Encubridora (Marlene Dietrich) o Johnny Guitar (Joan Crawford). Hasta que Kelly Reichardt rompió el hielo (no fue la primera pero sí la que lo rompió de verdad) con las sensacionales Meek’s Cutoff y -años más tarde- First Cow.

Una vez abierta la veda, Jane Campion ha tenido la maravillosa idea de rodar un western sin balas y sin indios, pero con vaqueros y paisajes acordes al género, un drama psicológico en el que no solo se aborda la posición de la mujer en la sociedad del oeste a principios del S. XX sino que también se cuestionan las masculinidades socialmente aceptadas en aquel tiempo y lugar.

Campion da carpetazo a eso de que el hombre demuestra su dureza a través del revolver y de su capacidad para dominar a la mujer y a los más débiles. Para ella, la violencia y la misoginia son las verdaderas pruebas de la debilidad de una persona. Sin embargo, nunca es explícita a la hora de exponer sus argumentos, ni siquiera a la hora de mostrar cómo Frank (Benedict Cumberbatch) agrede psicológicamente a la mujer de su hermano (Kristen Dunst) y acaba minando su confianza empujándola a la autodestrucción. Campion marca las etapas del acoso de una manera tan maquiavélica como lo son las intenciones del protagonista: en un principio se trata de un acoso directo, poco después de manera indirecta mediante el fuera de campo visual (Rose no tiene constancia de estar siendo observada pero siente la presencia de Frank, que vigila los efectos de su terrorismo psicológico desde una ventana) y, por último, a través del acercamiento de Frank al hijo de Rose.

Durante la película, ambos personajes apenas comparten plano y no se dirigen la palabra salvo en contadas ocasiones, en las que el diálogo es tan somero como directo e implacable por parte de Frank: la primera vez para hacerle saber que no es bien recibida en la familia Burbank. Pero el enfrentamiento más crudo entre los dos personajes se libra a través del sonido, cuando Rose ensaya al piano para agradar a sus suegros en una velada que tendrá lugar esa misma noche y Frank responde a las torpes notas de su cuñada con una ejecucion impecable al banjo de la misma melodía. De esta manera, el personaje interpretado por Cumberbatch parece mofarse de su víctima, anticipar su fracaso y machacar su autoestima desde otra habitación y evitando la existencia de pruebas.

La presencia de una mujer amenaza el jardín secreto de Frank e involuntariamente reduce sus ya limitadas dimensiones. Poco espacio queda ya para su eterna representación de una masculinidad del pasado que, al mismo tiempo, oculta su secreto más íntimo y estrangula su verdadero «yo».

Campion maneja formidablemente bien el ritmo del film y gestiona con precisión el tiempo en pantalla de sus personajes, que rodean a Frank durante todo el metraje y, a pesar de su condición de protagonista, le someten a un rol eminentemente pasivo, más tendente a la reacción (para ocultar su interior) que a la acción (para imponerlo). En este menester es crucial el personaje interpretado por Kodi Smit-McPhee, que rompe algunos de los arquetipos más rígidos del género y abre un sinfín de posibilidades para las películas venideras. Estamos ante una obra en la que, al igual que en el mundo real, la verdad está únicamente al alcance de los implicados y yace bajo las oportunas capas de corrección política que impone una sociedad castrante e hipócrita. Como pueden comprobar, nada nuevo bajo el sol.

Carlos Fernández Castro

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