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Corn Island (Simindis kundzuli) (2014)

Corn IsandNota: 8,5

Dirección: George Ovashvili

Guión: Roelof Jan Minneboo, George Ovashvili, Nugzar Shataidze

Reparto: Ilyas Salman, Tamer Levent, Mariam Buturishvili

Fotografía: Elemér Ragályi

Duración: 100 Min.

En las últimas semanas han llegado a nuestras pantallas dos películas de origen georgiano. Tras las nominaciones a los Oscar de principios de año, todos conocíamos la existencia de la maravillosa ‘Mandarinas’, pero al menos servidor no tenía constancia del inminente estreno de ‘Corn Island’ hasta hace poco más de una semana. El hecho de que haya ganado diversos premios en festivales menores no parece haber sido una razón de peso para que los medios se hayan hecho eco de esta delicada película. Pero para eso estamos nosotros.

Probablemente, sus contados diálogos y su escaso reparto tampoco hayan contribuido a que las distribuidoras de nuestro país hayan apostado por esta arriesgada propuesta. Pero teniendo en cuenta que la imagen es el signo más distintivo del séptimo arte, no podemos más que aplaudir la osadía de George Ovashvili, al exigirnos ese plus de complicidad que requieren obras como ‘Corn Island’. Indudablemente, la labor de Elémer Ragalyi en la fotografía ayuda a que el espectador caiga en una hipnosis profunda, debida a la belleza de unos planos que hablan por si solos y a las brillantes composiciones del director.

Fotograma de Corn Island

Enseguida comprendemos la sacrificada existencia de su protagonista, un señor de avanzada edad que, cada primavera después de las crecidas, explora el río Enguri (Kolkheti, Georgia) en busca de una nueva isla. El objetivo es cultivar sus fértiles tierras y así poder hacer frente al duro invierno. Ovashvili insinúa constantemente el poder de la madre naturaleza, no sólo a través de los majestuosos paisajes que dominan la gran pantalla, sino mostrando la existencia de esos pequeños terrenos que aparecen y desaparecen como por obra del destino y representan la prueba irrefutable del ciclo vital.

En un entorno tan limitado, el poder metafórico de los planos y el fuera de campo son esenciales. El aislamiento del abuelo y su nieta, marcado por las dimensiones reducidas de la isla, también implica una zona de seguridad que les separa del eterno conflicto entre rusos y georgianos. En contraposición a esta idea, el crecimiento del maíz que da título a la película, provoca la transformación de la isla en un lugar más complejo y menos propicio para el control de la situación.

Fotograma de Corn Island

Sin embargo, la inocencia de una muchacha preadolescente parece despertar los instintos más primarios de los soldados que merodean el otro lado del río. Mediante esta maniobra, cambiamos de estado de ánimo: la mera contemplación inicial, que profundiza en el carácter de los personajes y ayuda a establecer el contexto, da paso a una intermitente sensación de peligro. A medida que avanza el metraje, unos suaves y magistrales giros de guión incorporan matices que cambian la percepción del espectador y renuevan su interés en la narración.

‘Corn Island’ trata sobre la supervivencia, la defensa de unos valores, el despertar de la inocencia, y en última instancia, denuncia el sinsentido de cualquier guerra de una manera sutil y sin convertirlo en el eje de su narración. Estamos ante una obra que contiene planos de una expresividad arrebatadora, que transmiten el poder de la naturaleza y la capacidad del ser humano para adaptarse a las circunstancias más adversas. Cine que apela a los sentidos, estimula el intelecto, y ensalza la bandera de «una imagen vale más que mil palabras».

Carlos Fernández Castro

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