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Leviatán (Leviafan) (2014)

leviatanNota: 8

Dirección: Alexander Zvyagintsev

Guión: Oleg Negin

Reparto: Vladimir Vdovichenkov, Elena Lyadova, Aleksey Serebryakov, Anna Ukolova, Roman Madyanov

Fotografía: Mikhail Krichman

Duración: 141 Min.

Una de las principales reacciones que puede plantear el visionado de «Leviatán» tiene forma de pregunta y exclamación: ¿Cómo es posible que esta película haya sido financiada parcialmente por el gobierno ruso? Y es que el último trabajo de Alexander Zvyagintsev ofrece una visión realmente negativa de la Rusia actual ¿Acaso se trata de un ejercicio de autocrítica? Lo dudo ¿Financiaron el proyecto las autoridades desentendiéndose del resultado final y confiando ciegamente en el patriotismo de su realizador? Sería de estúpidos, teniendo en cuenta su trayectoria. Entonces, ¿estamos ante un caso de libertad de expresión?…¿En Rusia?…

Si eres español, la siguiente reacción podría consistir en un arrebato de envidia e incredulidad, pero eso ya es otra historia. «Leviatán» es una denuncia iracunda contra la corrupción que azota un país en permanente estado de hibernación. La ausencia de justicia lo condiciona todo: desde la expropiación indebida de un terreno para que el alcalde de turno pueda construir su mansión (excusa argumental de Leviatán), hasta abusos de poder inaceptables y la impunidad de asesinatos que lucen sin disimulo las huellas dactilares de sus responsables.

Fotograma de Leviatán

Afortunadamente, Zvyagintsev evita fórmulas convencionales y ofrece un ramillete de personajes sumamente interesantes: los malvados en su cine son despreciables, pero no podríamos hablar mucho mejor de sus víctimas. El director parece justificar la existencia de semejantes políticos como una consecuencia necesaria de una población sin demasiados principios morales y de la que no parece estar demasiado orgulloso.

Desde los primeros planos, «Leviatán» se observa en la penumbra, anticipando una historia oscura y eminentemente pesimista. No es casualidad. A lo largo de su metraje, volvemos a encontrarnos con numerosas secuencias que evitan la luz del día y se recrean en los atardeceres y los amaneceres de la costa rusa. Cuando la claridad inunda sus imágenes, acompañamos a sus personajes por playas atestadas de barcos destartalados que insinúan un pasado mejor y un presente en ruinas, o contemplamos el esqueleto varado de la gran ballena que un día fue Rusia. El resto del tiempo, visitamos fríos juzgados alérgicos a la justicia o mansiones rebosantes de codicia y hambrientas de poder.

Leviathan

En la Rusia de Zvyagintsev no parece haber esperanza. Los más jóvenes no prometen un futuro mejor y los adultos, contagiados por la escasez de valores humanos de sus dirigentes, no consiguen mantener la dignidad. En este sentido, el director construye una línea argumental principal de la que nacen diversos afluentes, independientes desde el punto de vista temático pero muy en consonancia con el mensaje global del film. La aparente falta de foco de estas tramas secundarias es compensada por su contribución al retrato moral de los protagonistas. Una decisión que no acaba de funcionar por completo, pero que enriquece el estudio psicológico de los personajes.

La ambición del responsable de las magníficas “EL Regreso” y “Elena” lastra ligeramente el resultado final de “Leviatán”, pero hace vislumbrar nuevas posibilidades en su estilo, que no se apreciaban en trabajos anteriores. Una vez más, el cine es empleado como instrumento de denuncia, como testimonio de una época, como un arte que más allá de entretener tiene el deber moral de remover conciencias e invitar a la reflexión, aunque solo sea de vez en cuando.

Carlos Fernández Castro

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