Annette (2021)
Me encantan los musicales, pero he de reconocer que de un tiempo a esta parte no hago más que renegar de las nuevas aportaciones al género. No me habléis de La la land, Los Miserables, Chicago, Across The Universe o Amanece En Edimburgo. Si acaso rompería una lanza por Once (John Carney), Bailar en la oscuridad (Lars von Trier) y Love Songs (Christophe Honoré). A lo largo de la historia del cine muchos han sido los musicales que se han rodado y pocos los directores que han sabido manejar las claves de un tipo de cine realmente escurridizo. Estudiarse a Vincente Minelli, Stanley Donen, Jacques Demy y reproducir sus aciertos puede funcionar con el público más desmemoriado (sí, Chazelle, va por ti), pero no pasará la prueba del algodón con los amantes longevos del musical.
Sin embargo, lo de Leos Carax es algo muy diferente. Este señor francés parece haber asimilado la historia del género y descubierto sus posibilidades inexploradas. Al contrario que alguno de los títulos citados en líneas superiores, Annette es un animal salvaje en libertad, que vive cada segundo como si fuera el último: intenso, emocional y, en ocasiones, errático al dejarse dominar por sus propios instintos. Sin embargo, esa pasión por la que se mueve la criatura de Carax es la que la convierte en una película tan arrebatadora y cinematográficamente valiosa.
Sus personajes están bien definidos, su discurso es inequívoco, su estilo es la respuesta ideal a la historia narrada en sus imágenes y sus números musicales, escritos ad-hoc, son de los que perduran en el recuerdo por su puesta en escena y por la melodía de sus canciones (guión y letras creadas por los míticos Sparks). Una vez concluye, el espectador acaba de asistir a un magnífico repaso de lo que hoy día llamamos masculinidad tóxica y del escaso respeto que el universo adulto dispensa a sus menores, considerándoles moneda de cambio emocional y seres sin una voluntad a tener en cuenta.
Leos Carax no da puntada sin hilo y cuando llega el momento de la verdad nos presenta a la verdadera hija de un comediante que se quiere tanto como se odia a si mismo y de una cantante de ópera que no duda en aprovecharse de su hija para vengar la traición de ese al que decía amar tanto: Annette, la portavoz de un colectivo ignorado por la fecha de nacimiento de su DNI, como si las necesidades emocionales de un hijo no fueran evidentes y la tristeza no encontrara visibilidad a través de una simple mirada. Carax nos presenta a la justiciera del mundo infantil y a la superheroína del año. Quién iba a decir que mediante el director de Holy Motors los niños iban a encontrar a su defensor ideal en la gran pantalla.
Carlos Fernández Castro