Cambio de reinas (L’échange des princesses, 2017)
Nota: 7
Dirección: Marc Dugain
Guión: Marc Dugain, Chantal Thomas
Reparto: Lambert Wilson, Gwendolyn Gourvenec, Andrea Ferréol, Kacey Mottet Klein, Olivier Gourmet, Maya Sansa, Anamaria Vartolomei
Fotografía: Gilles Porte
Duración: 100 Min.
Básicamente, el cine sobre historias cortesanas suele presentar dos intereses: la recreación de sucesos históricos más o menos relevantes o curiosos, y la puesta en escena de mundos de poder, intriga, lujo y costumbres sofisticadas. En Cambio de reinas se ensamblan estas dos pretensiones de forma bastante eficiente, aunque no se trate de una película deslumbrante.
La acción se sitúa a principios del siglo XVIII. Tras la guerra de Sucesión (1701-1713) y tensiones entre Francia y España por la hegemonía en Europa, se negocia un acuerdo de matrimonios con el propósito de lograr la paz mediante alianzas que equilibren el poder entre los estados. Felipe de Orleans, regente de Francia, casará a su hija de 12 años, señorita de Montpensier, con el heredero del trono español, el luego efímero Luis I, hijo de Felipe V; y Luis XV, próximo Rey de Francia, contraerá matrimonio con la hija de Felipe V Mariana Victoria, de 4 años. Cada uno de los futuros consortes hace el viaje correspondiente y se intercambian en la isla de los Faisanes, que sirve de frontera hispanofrancesa en el Bidasoa. Sin embargo, la corte francesa presiona para que el infante pueda dar pronto un heredero a la monarquía, lo que resulta imposible con una prometida tan joven; y la Montpensier llega a la corte española de mala gana y no acepta al novio asignado.
El también novelista Marc Dugain firma su segundo largometraje para las salas —tiene en su haber dos películas para televisión— con una obra que intenta trascender la anécdota histórica para llevar al espectador al modo de pensar y comportarse de una época y un espacio humano tan lejanos. Y lo consigue porque evidencia los mecanismos de poder, jerarquía, maniobras políticas y contradicciones de las cortes. A ello contribuye también la cuidada ambientación con localizaciones, vestuario y caracterización muy apropiadas y nada exhibicionistas.
La cinta presenta una trama de causalidad débil, decantada hacia secuencias breves y diálogos ocasionales que con temas como la muerte, el sexo, la caza o la religión, que logra dar cuenta del mundo cortesano del XVIII. Esta opción impide que la película ambicione mayores cotas estéticas, pero resulta eficaz a la hora de reflejar lo que, a la postre, no es sino la fragilidad de los seres humanos de cualquier tiempo y lugar, siempre necesitados de la opinión ajena que refuerce la propia y de perseguir incansablemente deseos e ilusiones. Mucho más cuando, como es el caso, los protagonistas son niños que han de crecer y comprender poco a poco el mundo mientras se les exige la madurez y conducta de los adultos.
José Luis Sánchez Noriega