Érase una vez en…Hollywood (Once Upon a Time in…Hollywood, 2019)
Nota: 8,5
Dirección: Quentin Tarantino
Guion: Quentin Tarantino
Reparto: Leonardo di Caprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Emile Hirsch, Margaret Quailey, Al Pacino, Kurt Russell, Bruce Dern, Timothy Olyphant, Damian Lewis, Luke Perry
Fotografía: Robert Richardson
Duración: 165 Min.
Quentin Tarantino siempre se ha tomado muy en serio su cine, pero es posible que en esta ocasión lo haya hecho más que en ninguna de sus anteriores películas. Al fin y al cabo, Érase una vez en Hollywood es un homenaje al cine en general y a un momento de su historia en particular que supuso la pérdida de la escasa inocencia restante en la meca del cine de 1969. En realidad, podríamos decir que se trata de un tributo a esos desheredados de la «serie A» que hicieron posible esa «serie b» que el director siempre ha reivindicado frente a todos sus detractores. Una loa a la profesión de actor y a esos productos audiovisuales que aspiran a entretener con la esperanza de trascender su naturaleza inicial y devolver a sus responsables a las producciones de primera categoría.
Es curioso que Tarantino ubique su nueva narración en una época en la que las series de televisión empezaban a arañar espectadores a la gran pantalla ¿Casualidad o paralelismo con la actualidad? Los cinéfilos ya sabemos que después de la tormenta llegó la época dorada del Nuevo Hollywood que, por primera vez en la historia del cine americano, supuso la entrega del poder absoluto de las producciones cinematográficas a los directores ¿Es acaso éste otro de los deseos ocultos que esconde una película que aboga por otra realidad diferente a la oficial? Una nueva realidad en la que Sharon Tate no llegó a ser asesinada y en la que Cliff Booth pone en apuros al mismísimo Bruce Lee durante el transcurso de una pelea cuerpo a cuerpo.
A cambio de mostrar las desventuras de sus (anti)héroes, Tarantino vuelve a cambiar el curso de la historia, como ya hiciera en Malditos bastardos. En el cine, las manos del director moldean la realidad a su antojo ¿Para que querríamos dirigir una película si no fuera para crear una ficción que satisfaga nuestros deseos más oscuros o luminosos? Y al margen de la reconstrucción alterada de hechos históricos, Tarantino sigue construyendo perdedores entrañables a golpe de tecla. No hay rastro de malicia en Rick Dalton (Leonardo di Caprio) y Cliff Booth (Brad Pitt) porque el director ama a estos personajes como nunca había amado a otros en sus películas anteriores. Tal vez por esta razón la amistad y la ilusión ganan terreno a una violencia casi inexistente en Érase una vez en Hollywood.
Pero no por ello carece de cierta malicia la mirada de Tarantino a la meca del cine. Hollywood sigue siendo ese devorador de estrellas fugaces y juguetes rotos. Eso lo apreciamos en la forma de retratar la crepuscular carrera de Rick y en la del especialista Cliff, que debido a ciertos rumores y a su carácter poco servil, no acaba de encajar en el molde hollywoodiense y está ligada a los altibajos de su inseparable amigo Dalton. Para compensar todo este amargor, Tarantino sigue los pasos de una deslumbrante y encantadora Sharon Tate (Margot Robbie) en la cima de su carrera y en el punto álgido de su vida personal.
Contrariamente a lo que pudiera parecer, debido a los sucesos que envolvieron su muerte a manos de la familia Manson, la estrella de Tate brilla más que nunca gracias a la reescritura de su historia y a la elección de esa franja de tiempo que impide la entrada de la oscuridad en la luminosa narración de Érase una vez en Hollywood. Porque hay pocos momentos tan emocionantes en la filmografía de Tarantino como la entrada de la actriz en el cine que proyecta su última película para disfrutar de las reacciones del público o la emoción de Rick Dalton al ser felicitado por su actuación durante el rodaje de su enésimo rol de villano. A juego con la época que retrata, hay mucho amor en las imágenes de esta película.
Sin embargo, las constantes de su cine siguen presentes en Érase una vez en Hollywood a través de la dinámica fotografía de Robert Richardson, las entusiastas interpretaciones de su reparto, los diálogos chispeantes, la escritura de situaciones originales y los estallidos de violencia que, aún restringidos, destacan por el manejo que el director hace del suspense y el tempo narrativo. Entre ellos, me quedaría con la tensión irrespirable y la gestión imprevisible de la sensacional secuencia del rancho en la que Cliff Booth se enfrenta a un grupo de hippies con intenciones malévolas. Es curioso que a través de uno de los instantes más tétricos de la historia del cine americano, Tarantino sea capaz de hacernos volver a creer en su magia.
Carlos Fernández Castro