Hijos del sol (2020)
El cineasta iraní Majid Majidi (Teherán, 1959) pertenece a esa generación que surge poco antes de la Revolución islámica (1979) y se conoce como «Primer Nuevo Cine Iraní», liderada por nombres con mayor trayectoria como Abbás Kiarostamí, Jafar Panahi, Mohsen Makhmalbaf o Dariush Mehrjui. Detrás de ese movimiento está el instituto educativo Kunan, que potencia la carrera de estos cineastas con el encargo de películas didácticas y de sociología de la infancia, lo que explica el sesgo que tienen muchas de estas filmografías —y el conjunto del cine iraní de las últimas décadas— hacia el mundo infantil con crónicas, retratos, denuncias y otros tratamientos de películas que muestran una fuerte sensibilidad y notable compromiso con los niños.
Majidi inicia el relato con un rótulo que expresa inequívocamente ese espíritu y donde se dedica la película a los 152 millones de niños trabajadores; el director explicita que «Las organizaciones internacionales están librando una lucha desesperada para ayudar a unos jóvenes que están sometidos a abusos y que carecen del derecho humano a la educación» y que el mensaje de la película es «que todos somos responsables de estos niños, muchos de los cuales tienen un gran talento y todos son valiosos. Es sencillamente intolerable que su estatus social y económico los condene a un futuro con escasas oportunidades y perspectivas casi nulas».
Se traza un retrato de la situación de varios niños desarraigados: el protagonista Ali, cuya madre está ingresada en un psiquiátrico, una niña y su hermano refugiados afganos, y otros a quienes sus padres exigen trabajar. Los cuatro varones se ven obligados a asistir a la Escuela del Sol, un centro de iniciativa social, gratuito, que acoge niños de la calle; el clima allí no es de lo más educativo. Al mismo tiempo, un mafioso le exige a Ali que excave el subsuelo de la escuela y explore por las galerías de las alcantarillas para dar con un tesoro.
Con ritmo del cine de acción más comercial, pero sin sus trampas ni lugares comunes, Hijos del sol evita la mera crónica social con la denuncia del abandono que sufren los niños; Majidi da un paso más con su bosquejo de esa singular escuela de inadaptados, su director con pretensiones de carrera política y su maestro, cómplice de las meteduras de pata de Alí. También juega el director iraní la baza del cine de aventuras con la búsqueda de tesoro que logra un final in crescendo y que, por momentos, lleva la película casi al cine de terror. La centralidad del personaje de Alí —con un niño actor realmente increíble— y la identificación del espectador con este chico preocupado por su madre enferma, es otro recurso que proporciona gancho a la película.
No por sabida, la realidad de los niños de la calle es menos denunciable. Majidi aporta un punto vista muy humanizador, otorgando personalidad a esos niños en vez de dejarlos como títeres (meras víctimas) de la sociedad: de ahí el interés que tiene la denodada excavación de Alí, poniendo en peligro su vida. No hay adolescente —y casi ni ser humano— que no se ilusione por una búsqueda de tesoro, aunque sólo los adultos resabiados sepamos de antemano que el halcón maltés está hecho de plomo vulgar.
José Luis Sánchez Noriega