La virgen de agosto (2019)
Nota: 8
Dirección: Jonás Trueba
Guion: Jonás Trueba, Itsaso Arana
Reparto: Itsaso Arana, Vito Sanz, Joe Manjón, Isabelle Stoffel, Luis Heras, Mikele Urroz, María Herrador, Naiara Carmona
Fotografía: Santiago Racaj
Duración: 128 Min.
A veces, en la vida, nos dejamos llevar y nos rendimos al rumbo que marca nuestra inercia vital. Desertamos de nuestras responsabilidades. Sin embargo, nunca es tarde para recapacitar y reinventarse. Es la actitud que se desprende de La virgen de agosto, una película de espíritu optimista y emprendedor, que rompe una lanza por la aventura, la tolerancia, la improvisación y la incertidumbre que necesariamente acompaña al misterio, una película que aboga por adoptar un nuevo punto de vista cuando el antiguo demuestra su caducidad.
Para Jonás Trueba un nuevo día no necesariamente empieza con la salida del sol, sino a la luz de la luna de medianoche. En definitiva, una manera muy personal de interpretar la vida, al igual que lo es su manera de adaptar ciertos códigos del cine de Rohmer sin perder su propia personalidad. El madrileño evita los caminos ajenos con destinos marcados y parece huir de su zona de confort en busca de nuevas experiencias que enriquezcan su cine.
Al contrario que en obras anteriores, en La virgen de agosto concede el protagonismo absoluto a un personaje femenino, adoptando una nueva perspectiva vital que amplía el horizonte de sus preocupaciones. Entre ellas, la maternidad y el lugar que ésta ocupa en la sociedad, la posición de la mujer en los juegos de seducción, la apropiación masculina de ciertos roles objetivamente neutros… Junto a su actriz principal, Jonás escribe un guión que retrata a una joven de treinta y dos años en proceso de reconstrucción pero con los cimientos muy sólidos: es emocionalmente autónoma, no duda en llevar la iniciativa cuando algo le interesa, carece de prejuicios y expresa sus sentimientos sin temor a ser juzgada.
Y en plena sintonía con su protagonista, La virgen de agosto derrocha naturalidad en sus imágenes gracias a su tratamiento formal. Los planos respiran hasta llenar la pantalla de significado, sin vértigo a una excesiva duración. El sonido ambiente de los festejos madrileños arropa las voces de sus personajes, integrándolas en la atmósfera del agosto en la capital. Los diálogos a cuatro se zambullen en la realidad de las frases pisadas y de los oídos a conversaciones propias y ajenas. Parece como si el conjunto flotara en el desenfado del verano, pero hiciera pie con las preocupaciones del otoño en el horizonte.
Como sucede en el cine de Rohmer, el existencialismo actúa como vaso comunicante entre los diferentes pasajes del film. En cada uno de ellos, Eva es emparejada con diferentes personajes que, por obra y gracia del guión de Jonás e Itsaso Arana, extraen diferentes aspectos de su personalidad hasta completarla. Y a pesar de una estructura aparentemente esquemática, la construcción de las situaciones contribuye a la fluidez de una narración que mejora el cine de Jonás Trueba y lo acerca un paso mas a la genialidad.
En ocasiones cuesta ajustar la realidad a la manera en la que te sientes. Al final de la película Eva lo consigue y, tal vez, en un futuro muy próximo Jonás hará lo propio.
Carlos Fernández Castro