Los días que vendrán (2018)
Nota: 7,5
Dirección: Carlos Marqués-Marcet
Guion: Coral Cruz, Clara Roquet, Carlos Marques-Marcet
Reparto: David Verdaguer, María Rodríguez Soto, Albert Prat, Sergi Torrecilla
Fotografía: Alex García
Duración: 93 Min.
No hay dudas sobre la opción de cine intimista, preocupado por abundar en los sentimientos y en las relaciones afectivas, del cineasta barcelonés Carlos Marqués-Marcet (1983) como se revalida en esta su tercera película. Más madura y, en cierto modo, aún más arriesgada que las anteriores, se trata de una suerte de crónica, fenomenología o psicodrama sobre el embarazo. El embarazo y nada más, donde los actores son los personajes (y viceversa) y el rodaje necesariamente se subordina a la historia de nueve meses, tomada como suceso con valor universal. Con la sorpresa de una pareja que se está haciendo, la ilusión de los futuros padres, los recuerdos, las incertidumbres económicas, inseguridades afectivas, los cambios en la relación… en fin, todo lo que esa tan radical experiencia que podemos tener los humanos puede deparar.
El director ha explicado el propósito del proyecto y merece la pena reproducir sus palabras: “Aquello no era una película improvisada, sino más bien una obra que construíamos a medida que avanzaba el proceso, y de la que hemos ido aprendiendo mientras la hacíamos, sin saber bien cuáles iban a ser los siguientes pasos. Se trataba de crear un juego de espejos donde volcar los conflictos reales e imaginados que nos permitieran explorar a la máxima profundidad posible qué significa para una pareja traer una nueva vida al mundo: ¿De qué manera la inminente llegada de un bebé los transformará? ¿Cómo vive el proceso cada una de las partes? ¿Hasta qué punto es determinante el hecho físico de llevar un feto dentro? Y sobre todo ¿De qué manera los roles de género heredados, a los que nos creímos ya inmunes, reaparecen con toda su brutalidad durante este proceso?”.
Una propuesta con estas características podía resultar demasiado sabida o, incluso, demasiado personal y, por lo mismo, distante. Tenía los riesgos de la redundancia y la incomunicación. Pero el director sabe dirigir a los actores y, sobre todo, impregnar de autenticidad cada línea de diálogo y cada gesto, con una cámara muy cercana, encerrada en un piso pequeño la mayor parte del metraje. No estoy muy seguro de que el guion satisfaga los noventa minutos reglamentarios: aprecio alguna arritmia y el tramo final, muy centrado en la cuestión médica, parece un tanto alargado. Afortunadamente, la actriz-madre María Rodríguez Soto (Vir en la ficción) tenía en su casa una grabación en vídeo doméstico de su propio nacimiento y primeros pasos. Ello ha permitido un juego especular que enriquece el relato al anticipar el vídeo lo que va a suceder: cambiando el rol, María rescata en su pasado personal el futuro inmediato.
A pesar de las insuficiencias, Marqués-Marcet sale airoso con su propuesta intimista, desnuda de tramas secundarias y muy estimulante a la hora de reflejar cómo una pareja de jóvenes pueden vivir un embarazo en nuestra sociedad. Una experiencia humana radical por las huellas que deja y que la película plasma con rigor y convicción, sin subrayados innecesarios, logrando que el espectador se identifique con los personajes y su situación.
José Luis Sánchez Noriega