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Una Cuestión de Tiempo (About Time) (2013)

NOTA: 7

Dirección: Richard Curtis

Guión: Richard Curtis

Reparto: Domhnall Gleeson, Rachel McAdams, Bill Nighy, Lindsay Duncan, Tom Hollander

Fotografía: John Guleserian

Duración: 123 Min.

Richard Curtis se ha forjado un aura de eterno escritor romanticón y de lágrima fácil, gracias a películas como Cuatro bodas y un funeral (1994), Notting Hill (1999), El diario de Bridget Jones y secuela, y el cúlmen del sentimentalismo moderno: Love Actually (2003). ¡Cómo iba a decepcionar a la legión de seguidor@s que adoran sus películas proponiendo un producto distinto! ¡Qué sentido tiene cambiar algo cuando sabes que lo que estás haciendo está bien hecho! Porque tenemos que ser totalmente honestos y admitir que la fórmula que propone el director británico funciona.

En esta ocasión da un pasito más allá e introduce un elemento fantástico en la ya clásica historia «chico encuentra a chica». Curtis nos invita a viajar en el tiempo, pero no para matar a Hitler, como se puntualiza en una secuencia de la película, sino para encontrar el amor de tu vida; curiosa ambición la del protagonista de Una cuestión de tiempo. El joven desgarbado y pelirrojo Tim (Domhnall Gleeson), descubre al cumplir los 21 años, que todos los varones de la familia poseen una particular y extraordinaria habilidad. Su padre (Bill Nighy) le explica que son capaces de viajar en el tiempo, pero solo a lugares de los que tengan recuerdos. Tim, poco a poco, irá descubriendo que con su don no siempre consigue todo lo que desea. Y aprende a vivir con él. Un noche, por fin, conoce al verdadero amor de su vida. Pero tras una serie de desastrosas circunstancias, Mary (Rachel McAdams) no le recuerda y debe volver a enamorarla. Y… hasta aquí puedo leer.

Evidentemente Curtis sabe como conectar con sus espectadores. Les da todo lo que quieren. El romanticismo inunda la sala como el polen en primavera. La repetitiva y sensiblera banda sonora retumba por los altavoces en el momento justo. Los ingredientes se cuecen lentamente en busca del esperado final.

Domhnall Gleeson y Rachel McAdams ponen mucho de su parte. La cercanía y empatía que produce Gleeson, tenaz y absorto en un único pensamiento, y la frescura y belleza de McAdams, le confieren a la película el tono necesario para no resultar excesivamente empalagosa. También ayudan a paliar esta sensación las escenas en que aparece Bill Nighy, en particular aquellas en las que interactúa con Gleeson, repletas de diálogos brillantes y divertidos.

A pesar de su excesivo metraje y de algún que otro personaje poco perfilado (y que podría haber dado mucho más juego), Curtis ha conseguido encandilar a la audiencia con una «bonita» historia de amor que enseña a valorar lo que uno tiene, y a disfrutar de la vida tal y como viene.

Hillman

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