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Una niña (Petite fille, 2020)

Hay que tener elegancia y estilo, mucha sensibilidad y respeto, compromiso moral y una comprensión sagaz del valor del documental y del propio cine (y de lo público y de lo privado: lo que se puede decir y lo que hay que callar) para rodar la pieza titulada escuetamente Una niña.

El documentalista Sébastien Lifshitz (París, 1968) partía del proyecto de abordar la cuestión de la transexualidad o disforia de género. Siendo, como es, un tema candente, cabía una mirada más reivindicativa, mostrando crisis personales y conflictos psicológicos, con denuncias de agresiones a personas trans, biografías de humillación y marginación, o historias médicas complicadas. Sin embargo, Lifshitz ha optado por una mirada muy precisa en la que —sin renunciar a la reivindicación y a mostrar las dificultades de nuestra sociedad para aceptar a estas personas— se limita a contar de forma muy directa cómo actúan los padres cuando un niña de 8 años, nacida con cuerpo de niño, ha de ir dando pasos para afianzar su identidad de género y ser aceptada en la sociedad.

La opción por centrar el documental en la figura de Sasha y hasta poner la cámara a su altura, muy cercana, con abundantes primeros planos, es coherente con la fuerte empatía que desprende el relato hacia esa niña en proceso de comprenderse y de que la comprendan. Pocas veces hemos visto un documental tan delicado y respetuoso, con tanta voluntad de sumergirse en un conflicto y entender el dolor, las incertidumbres y la esperanza de las víctimas. Aquí se muestra a Sasha en diálogo con su madre, en las comidas familiares, jugando con sus hermanos, en clase de ballet… como una niña más. También se narran las visitas médicas y se testimonian las dificultades para que sea aceptada en el colegio sin el rol predeterminado por el carnet de identidad. Todo ello se hace sin énfasis ni sobredramatizaciones, sin esquemas maniqueos ni victimismos.

La figura de la madre, que con mucho amor está cerca de Sasha y de lo que necesita en cada momento, se erige en modelo de conducta para cualquier espectador o ciudadano: conocer la realidad de la disforia de género, aceptarla sin prejuicios y apoyar a la persona en toda circunstancia.

Tratando este tema que podría dar lugar a situaciones duras y hasta amargas, Una niña es una película muy rica en sonrisas, con planos de personajes que viven con alegría y nos la transmiten: la protagonista, con sus ocho años de inocencia y fragilidad, nos conquista de inmediato. Y, por supuesto, ahora mismo resulta una película muy pedagógica y necesaria.

José Luis Sánchez Noriega

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