Monos (2019)
Dirección: Alejandro Landes Guion: Alexis Dos Santos, Alejandro Landes (Historia: Alejandro Landes) Reparto: Moises Arias, Jorge Román, Sofía Buenaventura, Laura Castrillón, Sneider Castro, Julianne Nicholson Fotografía: Jasper Wolf Duración: 102′
Sales de la sala de cine y la piel todavía te brilla de la humedad, te falta el aliento después de unas emociones intensas y no te puedes hacer a la idea de estar en mitad de una gran urbe cuando hasta hace unos instantes respirabas el aroma de la selva colombiana. Monos es tan salvaje, tan trepidante y tan intensa que durante gran parte de su metraje te hace sentir un mono más. Y no porque la idea sea seductora, sino porque Alejandro Landes te encierra en un paraje del que parece no haber salida y en un grupo en el que desertar no es una opción.
No hay respuestas a preguntas como qué reivindica el grupo que protagoniza la película, cómo han llegado los chicos a ese lugar, quién es la doctora a la que han secuestrado o qué piden a cambio de su rescate. Lo que importa son los vínculos entre los chavales y su forma de entender la situación que están viviendo. Landes plantea un grupo sin fisuras, que se mantiene unido mediante una férrea disciplina militar y un líder con mano de hierro. Sus miembros recuerdan a los legionarios de Beau Travail (homenajeada en uno de los entrenamientos del grupo), de Claire Denis, que se integran en el entorno y matan el tiempo a la espera de novedades.
Mientras tanto, entramos en contacto con Rambo, Pitufo, Perro, Lady, Boom Boom, Sueca y Patagrande y accedemos a un lugar por encima de las nubes, separado del mundo real, donde las leyes no imperan, los códigos morales se adaptan al peligro existente y las normas sociales son sustituidas por el dictado de los instintos. La cámara adquiere una cierta distancia para mostrar el aislamiento de los personajes y se acerca para expresar el tipo de relación primitiva y terrenal que les mantiene unidos.
En estas condiciones, Landes se debate entre lo físico y lo paisajístico: los chicos prueban sus límites y reclaman el liderazgo del grupo piel contra piel, mientras que las chicas observan y muestran una mayor sensibilidad a la hora de gestionar los conflictos. Según Landes, la libertad perpetúa las desigualdades de género y relega a la mujer a un segundo plano: Lady busca siempre el cobijo del macho alfa de turno y Sueca es un cero a la izquierda en el desarrollo argumental. Sin embargo, no recibe el mismo tratamiento Rambo, un personaje sin género que no encuentra mayor dificultad en su indefinición dentro de ese mismo contexto.
Todas estas reflexiones, que llevan a conclusiones ambiguas, parecen disiparse cuando la narración agrieta la convivencia grupal. Aquí es donde la película cambia de marcha e impone un ritmo en el que los acontecimientos se desencadenan sin solución de continuidad. La acción interfiere en el estudio sociológico y la narración de Monos se descentraliza en busca de la renovación de sus puntos de interés. Aunque Landes no proporcione explicaciones, el conjunto es interpretable como una crítica a esas causas que, como en Una mujer en África (nuevamente Claire Denis), rompen infancias en nombre de causas que podrían recurrir a herramientas y estrategias moralmente menos costosas.
Carlos Fernández Castro