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Un mundo normal (2020)

Este quinto largometraje del también actor Achero Mañas tras su espléndido debut con El Bola llega al cabo de veinte años de ese inicio. La educación de los hijos, la fragilidad de la infancia, el rol de los padres, las inseguridades en la familia, los reproches mutuos… son cuestiones que ya estaban presentes en ese título, en el largometraje anterior del director (Todo lo que tú quieras, 2010) y ahora en esta historia de título inevitablemente irónico, pues la realidad reflejada en Un mundo normal es más carnavalesca que “normal”.

El mundo de los actores y de los creadores dramáticos también está presente ahora, como en esa no ficción titulada Noviembre (2003), de lo mejor que ha filmado Mañas junto a su primer largo. Y es que, además de haber nacido en una familia de actores, este cineasta proyecta en las películas que escribe y dirige sus propias preguntas, preocupaciones, intereses, gustos o fragilidades. Vuelve a hacerlo con más años; la niña de Todo lo que tú quieras ya es mayor de edad y ha de definir su vocación profesional. Pero ahí está el padre, tan desnortado como ella y con voluntad de empatía.

La anécdota argumental de Un mundo normal (léase que la realización de los deseos y la libertad deberían ser normales) es el viaje que realiza Ernesto cuando muere su madre y le ha pedido no ser incinerada ni inhumada, sino arrojada en la mar. Como en todo viaje literario y cinematográfico que se precie el programa no se cumple porque el trayecto es, para los personajes, ocasión de maduración o de nuevas perspectivas existenciales.

Estos temas de las relaciones familiares, los roles que se establecen y se reformulan constantemente, las inseguridades laborales y profesionales, la fidelidad a las propias convicciones, el derecho a la libertad más insobornable… tienen envergadura por sí mismos, aunque el guion no logra darle suficiente entidad dramática. Es decir, que en Un mundo normal el resultado es bastante más débil que lo que apuntan los personajes, sus conflictos y el desarrollo argumental. Probablemente los actores no están a la altura porque los personajes necesitaban mayor profundidad; al igual que no lo está el segmento de esperpento o de comedia negra que debería tener la película en función de lo que cuenta.

Como en otras ocasiones, creo que Achero Mañas director debería haber contado con otros guionistas que le ayudaran a darle más cuerpo a su historia pues, a la postre, el resultado es una película floja, que no atrapa al espectador —lo que sí sucedía en el anterior largo, por otra parte con deficiencias similares a las de este—, a pesar de los interesantes temas de fondo y hallazgos parciales, como los encuadres brillantes que muestra.

José Luis Sánchez Noriega

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