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Festival D’A de Barcelona 2020: Habitación 212

¿A quién le gustaría encontrarse con su yo de juventud y comentar los años que han transcurrido entre uno y otro? Si ésto fuera posible, el afortunado en cuestión se ahogaría en un pozo de subjetividad y no sacaría demasiado en claro de un cara a cara eminentemente sesgado. Pero ¿y si el encuentro fuera con la versión veinteañera de tu pareja actual? No vendrían mal unos consejos que ofrecieran la posibilidad de una rectificación a tiempo o de resucitar una relación en punto muerto.

Todo esto suena a fantasía, pero Christophe Honoré lo filma con la misma naturalidad con la que rodaría un argumento realista. Su protagonista, una mujer casada muy aficionada a las relaciones extramatrimoniales, llega un día a casa y se ve obligada a confesar sus infidelidades a un marido que sigue perdidamente enamorado de ella y no sospecha de sus frecuentes escarceos. El drama está servido, pero la discusión que suele acompañar a este tipo de situaciones desemboca abruptamente en la huída de Maria a la habitación 212 de un hotel situado frente a su casa.

Ella es cínica y egoísta. Él es ingenuo y no parece tener muchas motivaciones en su vida. Sin embargo, los dos siguen queriéndose aunque lo hayan olvidado momentáneamente. A pesar de su potencial dramático, Honoré imprime un tono cómico muy elegante a su narración, potenciado por sus habituales Chiara Mastroianni y Vincente Lacoste, convirtiendo el nuevo destino de Maria en un lugar de encuentro entre su pasado, su presente y la personificación de su voluntad disfrazada de Charles Aznavour. La puesta en escena se encarga de administrar esos diferentes niveles de consciencia a través de la gestión de espacios y de unos reencuadres de lo más sugerentes.

A través de diálogos ingeniosos, situaciones sacadas del subconsciente y una serie de personajes que han sido fundamentales en la vida de Maria y su marido, se investigan las razones de su fracaso matrimonial. Y al mismo tiempo que la frivolidad inicial se va derritiendo ante el cálido recuerdo del ayer, despiertan unos sentimientos que, lejos de haber desaparecido, dormían a la espera de la reacción de su príncipe desteñido.

Con Habitación 212 el cine de Honoré recobra la frescura de Love Songs y exhibe una combinación encantadora de imaginación e inteligencia para retratar la típica crisis matrimonial de mediana edad de un modo diferente: reflexivo pero sin gravedad, serio pero repleto de humor. Bajo su tratamiento ligero, se esconde una invitación a la autocrítica y una llamada a la reflexión en ese momento de la vida en que un ser humano encuentra un falso acomodo incluso en las situaciones más infelices.

Carlos Fernández Castro

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